22 agosto 2009

Alemania y Finale

18/08/2009
Salida hacia Baden-Baden pasando por Alpirsbach un monasterio e iglesia románicos del S. XII en piedra roja. Austero a rabiar. Románico minimalista. Iglesia de techo plano de madera natural y columnas prácticamente sin adornos, solo unas figuras muy estilizadas apenas labradas: Algo parecido a un gorila y un hombre vomitando algo, se supone que el pecado. Nada de decoración floral. Una pequeña capilla en el ábside con pinturas murales originales muy bien conservadas y con mucho movimiento. Pero la estrella es un altar de madera labrada precioso, con la madera vista pulida y el policromado justo. La expresión de las caras y la finura del trabajo increíbles. El autor Hans Weckerman de Ulm. La puerta principal la cierran enormes aldabas de bronce sujetas por los dientes de dos leones. Muy bonitas parece que tienen influencia nórdica. Visitamos el Monasterio con las celdas de los frailes muy bien conservadas. Casi todas tienen las paredes cubiertas de pinturas con imágenes de animales, plantas y montañas de aspecto naïf. Solo una sala con chimenea en el enorme edificio, el “calefactorium” . Allí rezaban, quedan restos de un coro, y se calentaban sobre todo. La guía nos explica el funcionamiento de las “misericordias”. Un colmillo de mamut y una vértebra de ballena, cuelgan del techo con dos cadenas encima de la chimenea. Nadie sabe la razón ni cómo llegaron allí.
Llegada a Baden-Naden. Hotel Auerhahn (El Urogallo) de la Familia Schindler. Está a 4 Km de Baden-Baden. En el centro imposible con los precios. Pero el Urogallo está muy bien. La habitación muy grande y confortable, con muebles al estilo de Franconia (rústico pero decorado para parecer más elegante). Viaje a Baden-Baden. Visita a la Kurhaus ( hoy Casino) y a la sala de beber (Trinkhalle). Estuve por aquí hace 30 años y la fuente estaba en el centro de la sala con una cola religiosa de gente con sus vasitos de colores para beber. Hoy apenas se ve la fuente de piedra oscura, ya que comparte la sala con un centro de información y una cafetería rápida (standcafe le llama aquí). Para tomar el agua, que está muy caliente, venden vasos de plástico a 0,20 € en la propia cafetería. Según la placa el agua vale para todo, incluso para lo mío, pero solo una señora con una bata horrible y aspecto triste se la bebe. Los demás mojamos y chupamos el dedo.
Por la Lichtentaler Allee pasean señoras de otro siglo con enormes pamelas y parejas acartonadas. A lo largo del paseo corre un riachuelo empedrado, con puentes de hierro forjado que dan acceso a las mansiones y hoteles de superlujo con las terrazas llenas de gente fina. Un enorme tilo con rodrigones de acero ocupa una plaza del paseo de gravilla. El mismo que seguro soportó los zapatones de Bismarck y su séquito de militares prusianos, escuchó los cuchicheos de Napoleon III a la emperatriz, y el griterío después del atentado a Guillermo I. Entonces ambas orillas del riachuelo eran de otro planeta, hoy solo una. Parece mentira que puentes de juguete separen tanto. Cenamos en el jardín de un hotelito: Rigattoni y Filete Bismarck con patatas al vapor acompañados de cerveza de los Fürstemberg y vuelta al Urogallo. Baden-Baden: Decadente pero no en extinción, ya se ven los nuevos polluelos entrenándose al otro lado del rio.
19/08/2009
Salida para Estrasburgo y Heidelberg pasando por Karlsruhe.
Cruzamos el Rhin a Francia y volvemos al desorden. Calles con hierbajos, rótulos medio rotos, comercios y bares cutres. El “ordnung” se nos ha metido en la piel.
Directos a la Catedral de Estrasburgo. Entramos de milagro por una puerta lateral pagando 2 € a pesar de que los carteles señalaban otra puerta que además estaba cerrada. Al entrar una maravilla a pesar de la multitud de turistas. Las vidrieras y las proporciones , la altura, de asombro. Visita al reloj astronómico. Una multitud hace imposible ver nada. Una lástima aunque aguantamos hasta la media para ver los autómatas. Los apóstoles desfilando delante de Cristo, el angelote girando el reloj de arena y el esqueleto golpeando con una tibia la campana, ¡ah! Y la gran atracción el cacareo del gallo. Para comer el mismo sitio donde estuve hace 30 años. A la orilla de un canal, la terraza de L`Ancienne Douanne. Poulet al Riesling muy rico. Calor 35 grados. Salimos buscando las sombras hacia Karlsruhe. El Hotel Fassle ya no existe, ahora hay un Accor. Del Fassle solo queda un restaurante en un local cercano. Todo, todo muy cambiado, apenas reconozco cosas. Vamos al centro a la Europa Platz y más sorpresas, el elegante edificio de correos convertido en un Centro Comercial. Solo las letras doradas del frontón “Deutche Bundespost” lo atestiguan. Muchas visitas a este sitio a cambiar dinero y enviar cartas. Compro una camiseta de recuerdo.
En el camino atravesamos Manheim con sus calles en cuadricula denominadas con letras y números, como para jugar a los barcos. Concentración enorme de industria BASF. Interminable.
Salida hacia Heidelberg. Nos alojamos cerca del centro en el Hotel Backmulde. Una casita con patio interior que está muy bien, aunque llegar con el coche fue una pesadilla. En la entrada un señor sin brazos pinta acuarelas. Hace calor pero después de una ducha salimos a pasear por la Hauptstrasse hasta el Alte Brucke sobre el Neckar. Construido en el S. XIII los alemanes lo volaron en 1945 en los últimos días de la guerra. Dos años después ya se podía utilizar. En el puente señales de las crecidas del Neckar que se llevaron por delante medio Heidelberg. Paseo hasta el Hölderlinweg camino de la Hölderlinsteine. La cuesta empinadísima y el calor nos hacen abandonar y no vemos el Philosophenweg. Se queda para otra. Paseo hasta el edificio de la vieja universidad. Aquí estuvieron Bunsen y Kírchhoff que abrieron con la espectroscopia la ventana a la estructura de la materia. También se paseó por aquí Brentano abriendo otras ventanas distintas.
20/08/2009
Llegada al Rhin de verdad. Cruzamos en trasbordador de Bingen, donde la famosa Hildegarde von Bingen y sus visiones, a Rüdesheim. Desde aquí viaje por la orilla derecha del Rhin, la mayoría de los castillos están a la izquierda. Viñedos, hileras interminables, y bosques. Un paisaje de postal. El río con un tráfico de gabarras continúo. Los holandeses son los reyes del Rhin. La mayoría de las gabarras llevan bandera holandesa. Le siguen las alemanas. Pero también se ven suizas e incluso húngaras. ¡Que viaje del Danubio al Rhin!. Subimos a la roca mítica La Loreley que canto Heine. La vista del Rhin desde la cumbre preciosa, solo ensombrecida por el tremendo calor. Comemos en la propia cumbre: Rumpsteak y PuttenSalat. Agua mucha agua y apfelschörle. Continuamos camino hasta Markburg el único castillo del Rhin que conserva su estructura original. El resto han sido reconstruidos mejor o peor y convertidos en hoteles, supongo que de lujo, que no se pueden visitar. Markburg es propiedad de la sociedad alemana de los castillos que lo recibió en donación del rey de Prusia. Para llegar hay que subir una cuesta tremenda y eso que tomamos el camino menos empinado. Esperamos la visita guiada bajo un sol de justicia. La guía, una señora encorvada con una llave enorme en la mano, nos da la lista usual de instrucciones y abre el portón. La visita, muy interesante, permite un vistazo a la vida cotidiana de la baja Edad Media. Utensilios de cocina, enormes toneles de vino con las jarras de servirlo y utensilios de trasiego en la bodega, (según la guía, como el agua no era muy buena, se bebían entre 3 a 5 litros de vino al día, eso sí era de baja graduación, pero vaya Vd a saber). Un salón comedor, lugar de ceremonias, y sala de estar comunica con el único dormitorio, que también era la única sala privada con calefacción. En el salón una enorme chimenea y enfrente una puerta da paso a una torreta saliente: el excusado. Desde el salón se accede a la capilla con pinturas murales muy coloridas y desde la capilla a un cuchitril que era la habitación del capellán. Un retrato del duque de Hesse muy orgulloso preside la sala. Los Hesse fueron los dueños durante 300 años. Nos enseñan un calabozo con instrumentos de tortura bastante horribles, pero la guía nos explica que allí nunca se usaron, que los tienen solo de exposición (algo morboso), además nos suelta un rollo de la Reforma , Lutero, la Inquisición y la separación Iglesia – Estado que no entiendo del todo. Seguro que era una luterana radical. Yo creo que fue para echarle la culpa de la existencia de aquellos instrumentos a los papistas. No nos explicó donde dormía el resto de habitantes del castillo. Desde Markburg regreso por una carretera rodeados de viñedos, camino de la mítica roca La Loreley. La vista del Rhin desde la cumbre preciosa, solo ensombrecida por el tremendo calor. Comemos en la propia cumbre: Rumpsteak y PuttenSalat. Agua mucha agua y apfelschörle.Después nos acercamos a los miradores, las vistas sobre el Rhin quitan el aliento, y eso que por el vértigo me perdí alguna. Un promontorio de 130 metros de altura que cae a plomo sobre un recodo del Rhin. Pasión de los Románticos alemanes. Heine le dedico un poema y hay un Lieder muy conocido de Friedrich Silcher con su letra. Dicen que la roca es una sirena que encanta a los navegantes hasta que trastornados se ahogan en las aguas, aquí muy turbulentas del Rhin. Los mitos se repiten. Para llegar a la cumbre atravesamos un campamento enorme de rockeros con pinta de nazis. Se celebraba un concierto de un grupo denominado Gothard.

De nuevo en Rüdesheim nos alojamos en la Alte Hause en Assmanhausen. Un edificio de entramado de madera de 1576. El posadero resabiado y desconfiado con rodeos nos pide pagar por adelantado. Cuando lo hacemos al rellenar el formulario se alegra de que usemos letras latinas normales y no cosas raras. Nos ofrece su garaje, sin coste extra, para que mantener el coche fresco. ¡Cosas de alemanes!.El lugar un poco agobiante con madera oscura y ventanas péqueñaas con discos de vidrio. La habitación, que nos vende como muy fresca, era con vistas. Es decir daba a un patio interior por donde pasaban otros huéspedes justo por delante de las ventanas de nuestro cuarto. Un japonés, o similar, salió a echar un pito y se encontró de bruces con Cruz pintándose el ojo. Los muebles sin gusto ninguno y un poco agobiantes. Limpio como todos, pero para olvidar excepto por la foto de la fachada. Cena en una terraza a la orilla del Rhin, en compañía de una multitud de la tercera edad. Sekt con Johannisbeere de aperitivo, después Rumpsteak decente con vino blanco de Assmanhausen. (Dicen que el bueno es el tinto pero no nos atrevemos). Paseo y sentada a ver pasar las barcazas por el Rhin y a dormir con 25 grados, increíble. La última sorpresa es que el hotel está a 50 metros de la vía del tren y circulan trenes día y noche cada 5 o 10 minutos. Después vimos discretos carteles de protesta contra el ruido del tren. No sé como duermen.
21/08/2009
Después de una noche de tormenta el día amanece frío y lluvioso. Perfecto para nuestro plan es viajar en un barco por el Rhin y volver. Desayuno en el restaurante del hotel, negro y recargado. Solo dan ganas de acabar y salir. Por cierto aquí no hay descafeinado más que en muy pocos sitios. Un misterio a aclarar. Sacamos impermeables del fondo de la maleta y nos vamos al embarcadero. El barco sale a las 9:45, hacia Boppard, ya cerca de Coblenza. La taquillera, sorpresa, una chilena. ¿Cómo llego aquí?. El viaje en cubierta a pesar del frio y la llovizna intermitente, merece la pena. Se suceden los castillos y los viñedos. De pronto en el centro del río aparece una pequeña fortaleza Pfalzgraffenstein, antes hacía el control de aduana y cobraba los derechos de navegación. Llena de troneras y en forma de barco, sin su permiso por allí no pasaba nadie. Muy bonito, se abren las nubes y brilla el tejado de pizarra. Nos acompaña una multitud de indios de excursión que se dedican a comer helados y a charlar, el río les trae al pairo. Me imagino que viajan a costa de niños esclavos, así que nos vamos con los japoneses que, estos al menos fotografían todo. Por fin se van japoneses e indios y con solo nativos llegamos a Boppard. Llueve un poco así que damos un paseo por el pueblo y por fin compramos los Römer Glässe con pie verde que andaba buscando. La tienda es de un alemán casado con chilena y la atienden sus hijos. Boppard es el lugar de origen de la familia Thonet (la de la sillas) y tienen en el museo algunos muebles originales. En un Antik, veo un tresillo de madera curvada tapizado con , sorpresa, mi tela de Hoffman: Himmel Treppe. Comemos salmón fresco con patatas rehogadas (gebratene kartoffel) con vino Riesling. Boppard también es zona de viñedos. Hora de tomar el barco de regreso, así que visto el tiempo nos apiñamos con decenas de alemanes bajo un alero del embarcadero hasta que llega nuestro barco: El Boppard. Lo de la cola es para coger sitio con vistas y calentito o al menos cubierto, así que pierden el ordnung un poco y baja el capitán, moreno y barrigudo a poner orden. Dejamos pasar a una familia y a señoras de tacatá, que aquí también se animan, y después empujamos cortésmente como todos. Salida de nuevo al Rhin. No aburre nunca. Al llegar a la Loreley nos ponen el lieder de Heine musicado por Friedrich Silcher.
Tengo la impresión de que el barco va con piloto automático, no hay timón, pero si muchos aparatos. El capitán bosteza y bebe soda. La cabina de mando es grande con dos tresillos y plantas en las ventanas. El viaje es muy lento: 4 horas para 60 Km pero es que vamos ahora contracorriente y el Rhin tiene aquí una fuerza enorme. Hay muchos camping de caravanas en las orillas. Parecen permanentes, con sus jardincitos y sus macetas. Las hileras de viñedos crecen prácticamente sobre la roca en laderas increibles, la capa de tierra vegetal es muy fina. Dicen que el buen vino requiere tierra dura, senon se envicia. Al llegar al embarcadero de Bacharach, otro pueblo muy turístico, suena por los altavoces … Morning is broken… , la siguiente parada Lorch y ya estaremos de vuelta. Luce un poco el sol y brillan las gabarras: Vicky, Vigila, Ruth, Falken, Avalon y los pueblos con sus Gastahaus RheinGold, Krone, Anker, Zwei Mören y Unter der Linden, se acaba el Rhin y con él el viaje. Mañana Frankfurth.
En el Hotel de Frankfurth una última sorpresa: La habitación tiene un tresillo moruno con cojines y mesita de té. Una lámpara de hojalata cuelga del techo y una de piel en el suelo. Dibujos a lápiz de Casablanca y Quarzazate. Lo peor unos ojos moruno que nos miran desde la pared toda la noche. No preguntamos todavía sí habrá sido un detalle de la casa.

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