09 febrero 2010

La tragedia de España. Otro punto de vista

La deuda soberana del Reino de España cotiza a 85. Una noticia aparentemente para iniciados y que sin embargo puede alterar nuestras vidas. Por lo pronto ya ha obligado a Zapatero a plantear, de momento en petit-comité, una reforma del mercado laboral y un recorte en los presupuestos del Estado de 50.000 millones de euros. Una cifra muy considerable si se tiene en cuenta que los gastos del Estado previstos en el presupuesto de 2010 ascienden a 185.249 millones para unos ingresos de 121.626 millones.
A esta diferencia, entre gastos e ingresos, es a la que afecta de forma inmediata la noticia. Para financiar el déficit acumulado, España emitirá 211.500 millones de euros en deuda pública durante el 2010, lo que significa unos 580 millones de deuda pública diarios. La cotización a 85 significa, en términos sencillos, que por cada 100 euros de deuda contraída, con sus correspondientes intereses, solo recibimos 85. Esto nos obligará, para atender el presupuesto, a emitir más deuda, pagando más intereses a tipos más elevados si queremos colocar diariamente la deuda, es decir encontrar inversores dispuestos a prestarnos el dinero. En resumen una espiral donde el deudor se tiene que endeudar más solo para atender a los acreedores.
Pero las consecuencias van más allá. Asumiendo que la deuda soberana es la más segura de todas, las transacciones económicas de nuestras empresas fuera de España, tienen en cuenta las condiciones de esta deuda penalizando estas operaciones, es decir aumentando el tipo de interés o los avales y garantías, cuando nuestra deuda pública se devalúa. Esto en su conjunto da lugar a una disminución de la competitividad de nuestras empresas y a un aumento del coste de las importaciones, o sea de nuestra deuda.
¿Cuál es la razón por la cual los “inversores” desconfían tanto de nosotros que nos dan solo un 85 % de lo que pedimos? Es lo que llaman riesgo país, es decir la posibilidad de que dejemos de pagar los intereses y amortizar el capital prestado. Este riesgo lo evalúa el “mercado” teniendo en cuenta, el grado de endeudamiento en relación a nuestros ingresos, la evolución prevista de los ingresos, o sea nuestro Producto Interior Bruto (PIB), y la capacidad de obtener dinero a partir de ellos, es decir impuestos y gastos del Estado. Al menos esa es la teoría.
Sin embargo, la realidad refleja una foto algo diferente. España tiene una deuda del 60% del PIB mientras Francia y Alemania alcanzan el 80% e Italia el 120%, países que, sin embargo, no han sufrido una devaluación de su deuda. Nuestra capacidad de hacer frente a la deuda, tampoco parece mala, ya que solo le dedicamos el 5 % del presupuesto. El único elemento objetivamente negativo, en relación a Francia, Alemania e Italia, es que nuestro PIB es muy inferior, que además se ha reducido un 4% en dos años y, aunque a un ritmo menor, se sigue reduciendo sin indicios claros de donde puede venir la recuperación. Pero de esto a llegar a la insolvencia hay un largo camino.
En realidad detrás de los comentarios negativos acerca de España en la prensa anglosajona y las recomendaciones de algunos expertos, están en realidad tres estrategias: Una de corto plazo puramente especulativa, otra de medio plazo para forzar al gobierno a reducir gastos: prestaciones sociales, salarios y derechos laborales, y por último, una de largo plazo, debilitar la Unión Europea, buscando la salida del euro de algunos países, o en su defecto, la transferencia de fondos desde los países más prósperos: Alemania y Francia a los denominados PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, Spain).
La estrategia especulativa consiste en apostar a la baja contra la deuda de España, para lo cual toman prestado por unos días a sus propietarios, contra en pago de una comisión, ingentes cantidades de bonos de la deuda vendiéndolos en el mercado a un precio para recomprarlos unos días después a un precio inferior obteniendo como beneficio la diferencia entre el precio de venta y el de compra. La estrategia funciona si consiguen atemorizar a los posibles compradores, y al reducirse la demanda, bajar el precio. Cuando existe un comprador con recursos, que adquiere los bonos o incluso contraataca comprando más bonos el precio puede subir y los especuladores buscan otra víctima. Una situación económica complicada a corto plazo, contar en nómina con patriotas como Rajoy y Almunia, la inestabilidad social, o la amenaza de la misma, y gobiernos débiles y desorganizados son caldo de cultivo apropiado para esta estrategia agitada por una prensa económica controlada por los especuladores. El Financial Times anuncia hoy en primera plana una apuesta de 8.000 millones de dólares contra el euro.
La reducción de gastos tiene un efecto a más largo plazo. Por una parte se consigue aumentar el margen de beneficios, y en consecuencia los ingresos para los países de origen de todas las empresas multinacionales radicadas en España, al reducir los costes laborales y endurecer las condiciones de trabajo, y por otra se fuerza la privatización de la sanidad y los fondos de pensiones. El 51% de los ingresos del Estado se destina a Gasto Social. Una inmensa tajada de la que no disponen ni Portugal ni Grecia ni Irlanda, de ahí el ensañamiento con España.
El ataque a la Unión Europea, sobre todo al euro, ha sido una constante del mundo financiero anglosajón. La razón hay que buscarla en la insensibilidad a la especulación de una economía del tamaño de Europa, la falta de control relativo de que dispone la City sobre el Banco Central Europeo y la demostración de que, con todos sus defectos, hay un modelo de desarrollo alternativo al individualismo salvaje, la depredación y la especulación. Arbitrar entre las múltiples monedas y la organización y financiación de las disputas y guerras en el Continente, para debilitarlo, ha sido la razón de ser de la City desde el siglo XIX cuando Nathan Rothschild amasó la inmensa fortuna de la familia desde la casa londinense como traficante de armas para todos los bandos y negociando con bonos y reparaciones de guerra. La situación no ha cambiado mucho y algunos protagonistas siguen siendo los mismos: Portugal, Grecia y España. Si consiguen desestabilizar a una economía del tamaño de España, forzando a un salvamento por parte de Alemania y Francia, el euro y lo poco que queda de Europa, quedará tocado definitivamente y solo es cuestión de tiempo el firmar su defunción. España por su dimensión es el candidato ideal, de ahí su comparación con Grecia.
Es cierto que hay una conspiración alentada por la codicia. La misma que nos ha conducido a esta situación. El acusar de paranoia a los que la denuncian es una táctica pueril, aunque efectiva, si encuentran canallas como el País y otra prensa patriótica que la jalean.
Es difícil saber que hacer, cuando hay elementos tan poderosos en juego. Lo único que puede decirse es que la desunión y el papel de quinta columna del PP solo ayudan a los especuladores, a los que quieren volvernos a convertir en el cortijo pintoresco de Europa. Mantenerse unidos y aguantar el tirón, confiando en la capacidad propia para salir del apuro, sin dejarse arrastrar por el populismo, aunque esto sea muy difícil cuando se ha perdido el trabajo y no hay perspectivas de recuperarlo, es la única salida. Aunque tengamos que hacerlo detrás de Zapatero. El escalofrío que producen las declaraciones de sus adversarios hace olvidar su mediocridad.