23 febrero 2014

El recuerdo

La Iliada fue uno de mis primeros libros. El prudente Ulises, el gigantesco Ajax, el valiente Hector, el ambicioso rey Menelao, Patroclo ingenuidad y ardor juvenil y Aquiles, su madre Tetis, la de los rosados dedos, una concubina de Zeus, que sumergió al hijo por el talón en la laguna Estigia para protegerlo en batalla. No imaginaba que el cobarde Paris, desde la distancia, encontraría su punto débil. Aqueos de doradas glebas brillando al  amanecer,  cantaba Homero. Al final esperaba Creonte el barquero, cruzando al reino de los espíritus solo a aquellos a los que los suyos habían pagado el peaje. No entendía nada, pero esos nombres y esas historias  han resonado en mi cabeza cincuenta años.  Eneas que luego me acompañaría en la Eneida, era un personaje menor, un timorato. Los demás hablaban de la eternidad, del recuerdo de sus hazañas que se cantarían por generaciones. Cada gesto, cada decisión estaba dedicado a ellas. Así se enfrentaban día tras día a la batalla, algo incomprensible para mi entonces, pero que con la edad ha tomado todo su sentido. Sólo vivimos realmente en los recuerdos de otros.
Sin nuestro nombre resonando en otras voces, simplemente ni existimos, ni hemos existido.
Es únicamente nuestro recuerdo el que nos hace inmortales y da sentido a toda nuestra (breve) existencia.
En esto, como en tantas otras cosas, los griegos llegaron pronto al teorema clave de la vida.

Galicia - Madrid

Viaje en tren Galicia - Madrid. Los patios traseros de las ciudades muestran la miseria. Basura, edificios en ruinas, abandono, casas y campos sin cultivar, herrumbre, no hay la menor muestra de energía, ni colores, ni niños. Se pueden adivinar habitaciones cutres con viejos que se odian, a los que sólo su propia decadencia les impide hacerse daño. No hay esperanza entre los muros de granito gris, sólo envidia. Una envidia tan miserable que mata a sartenazos por una pensión de supervivencia. Un país al margen de la historia, que no dejará detrás ni el recuerdo.
Un alivio llegar a campo abierto. Y sin embargo ¡Que sensación de amargura, recordando lo que soñamos cuando recorríamos estos campos treinta años atrás!
La operación Pokemon, con recomendaciones de media jornada para la amante de un guardia urbano. ¡Qué no sea de limpiadora, que ella es administrativa! advierte el amante. Todo miserable, hasta en la corrupción. Nada de yates, ni cuentas en Suiza, sólo 8 horas de lo que sea. Eso si  "per secula et seculorum". Hasta qué la acidez de la tierra corroa todo.
Sólo dos sonrisas me responden a la pregunta ¿porqué vuelvo? Cada vuelta me encoge más un corazón que se mantenía hinchado de sueños.
Simón and Garfunkel Old Friends:
"Can you imagine us years from today, sharing a parkbench quietly
How terribly strange to be seventy"

Me faltan cinco....