15 mayo 2006

Radiaciones

Acabado, 27 años después de la primera lectura, Radiaciones (Diarios de la Segunda Guerra Mundial) de Ernst Jünger. Con una prosa bellísima, los diarios de Jünger nos deparan algunas sorpresas, como la apacible vida de Picasso,al que Jünger visita en su estudio, en el París ocupado, las amistosas relaciones de Cocteau con la elite del ejercito nazi, hasta que punto la Resistencia fue cosa de unos pocos, al menos en París, y la admiración de Jünger por León Bloy, del que destaca su respuesta a la pregunta, de que sentía ante muerte: “Una inmensa curiosidad”. Creo que Jünger compartía totalmente ésta actitud hacia el final de la vida.
Sin embargo, si hay algo que define el libro es el escalofrío que producen los relatos detallados, minuciosos, con precisión científica, de la miseria humana, del dolor, del sufrimiento, en el Frente del Este, entreverados con descripciones de una especie autóctona de escarabajo, que descubre, debajo de la corteza medio podrida de una casamata, en pleno bombardeo en primera línea del frente del Caucaso. Todos los horrores que contempla y otros, de los que tiene noticia por el general Jodl , los denominados “capriccios” del Este que le relatan admiradores compañeros de armas, o el relato entomológico de la ejecución de un soldado condenado por deserción, no despiertan en los diarios de Jünger una emoción mayor que el descubrimiento de un nuevo espécimen en el barro de una charca del bosque, o la descripción de los colores de un atardecer parisino después de una tormenta primaveral. Solo hay una lágrima de Jünger en todo el libro, la dedicada al cadáver de su padre.
Es quizás esta distancia aristocrática, la que le permite describir con precisión el comportamiento humano: “… Kastor pertenece a un tipo determinado, el de los cerdos que descubren las trufas con su olfato, un tipo que encontraremos en todas las revoluciones. Sus toscos correligionarios son incapaces de detectar a los adversarios exquisitos y por ello se sirven de inteligencias corruptas de rango superior para que con su hocico desentierren y saquen a la luz esos adversarios y para que en lo posible los ataquen de tal manera que la policía tenga un pretexto para intervenir”.
El progresismo, con mucha frecuencia ha cometido el error fatal de no distinguir el cerdo de los amos.
Una lectura indigesta, como algunos platos exquisitos, recomendable después de tanta ensalada ligera y novelas para distraerse. Hay que estar dispuesto aceptar una digestión lenta y quizás ardor de estomago. Pero si el Corazón de las Tinieblas de Conrad es el escalofrío de la intuición del horror causado por el hombre a otros hombres, los diarios de Jünger constituyen su descripción detallada, en un mundo donde ha triunfado definitivamente la técnica.