10 febrero 2007

Ellos

Hace unos días viajaba en avión con once personas más. Todas ellas, como pude descubrir más tarde, eran de una misma familia. Los once y yo completábamos la zona “bussines” del aparato. Probablemente, la abrumadora mayoría les hizo sentirse como en casa, y las conversaciones en voz alta, por los asuntos y el detalle, eran las de una reunión familiar.

Así que allí estaba yo, como mirón involuntario, asistiendo a la reunión de una familia de señoritos andaluces terratenientes-de-toda-la-vida que se dirigía a Viena a escuchar ópera en el mejor sitio, al mejor hotel de Viena: el Sacher, y eso, porque el sitio donde se oye la mejor música estaba cerrado, y lo de los caballos también.

El caso es, que entre despellejes al resto de la familia no presente descubrí, que el “tema” era el estrés y la angustia de los caballos de raza, y que un tal Manolo, tenia un “malaje” que los caballos no podían aguantar. Después de un recorrido por diferentes Manolos y Pacos, llegaron a la conclusión de que “Ellos” no podían entender a los nobles animales, porque no los habían educado. Pero, y aquí descubrí yo que el “Ellos” también incluía a gente con estudios, con una nueva categoría desconocida para mí: Los-de-placa-en-puerta: Abogaos y esas cosas. Que ya lo decía el tío Pito: No dejéis a esa chiquilla que se líe con esos, que son unos “Placa-en-puerta”.

Como es natural, yo me sentí desde lo de Manolo el del “malaje” incluido en el “Ellos”.

En el autobús que me trae del trabajo, soy el único “directivo”, así que con frecuencia disfruto de los piropos dedicados a otros colegas. Pero hace poco, descubrí que “Ellos” no podían soportar que ella saliera a tomar un café a las 11, y que “Ellos” llegaban más tarde, y hacían lo que les daba la gana, pues a ver quienes eran “Ellos” para meterse con su café de las 11. Que ahora “Ellos” como ya tenían ingenieras jóvenes y monas ya no le hacían el mismo caso a las secretarias. Así, que ahí me encontré yo metido en un “Ellos”, sin comerlo ni beberlo, y sin ingeniera mona, ni prohibición de café, que me ayudaran a sentirme parte de “Ellos”.

Esta división del nosotros y “Ellos” me recordó a un conocido navarro, de ideas radicales nacionalistas, que tenía muy claro que los no euskaldunes eran “Ellos”.

Somos Ellos de unos Nosotros, que con frecuencia son también Ellos.

Ellos no tienen nombre, ni número, se les puede atribuir todo aquello que detestamos, lo que odiamos Nosotros. No son Nosotros, a los Ellos se les puede atribuir cualquier crimen, no tienen derecho a ser tratados como Nosotros. Y así ocurren las masacres a gran escala.

La historia y las relaciones en cualquier sociedad, podrían explicarse como las luchas de los Nosotros contra Ellos. Una pirámide, donde los Nosotros de cada capa, son los Ellos para los la capa superior. Las grandes catástrofes y los cambios de la Historia, serían consecuencia de las relaciones insoportables de unos Nosotros y unos Ellos. Del deseo de unos Ellos de convertirse en Nosotros.

Y si esto es así, ¿Hay alguna esperanza de que seamos en algún momento todos Nosotros?