25 agosto 2008

China. Admiración o temor

Han acabado los Juegos Olímpicos de Pekín. Precisión milimétrica, tecnología, perfección hasta el último detalle. El triunfo del modelo social de las hormigas. Como las hormigas la irrelevancia del individuo parece que también permite a los humanos logros asombrosos. La pregunta es si deseamos vivir y morir como parte de una masa anónima de hormigas sin más razones para hacerlo, que el éxito del hormiguero.
La ceremonia de clausura, me ha parecido inquietante. Tanto la música como los colores de una estética impersonal y dura. Se parecía mas a un cruce entre Metrópolis y TRON que al final de una supuesta fiesta de la juventud. Mientras los atletas caminaban desenfadados, sus acompañantes, voluntarios, chinos marcaban el paso y movían los brazos con gesto marcial. Por un momento me pareció ver que un voluntario le indicaba con un gesto a un atleta cariacontecido la obligación de sonreír. Los miles de dientes blancos asomados al balcón de una sonrisa también forman parte del guión. Como los cientos de tamborileros y los acróbatas.
Metrópolis con su casta de trabajadores viviendo en el subsuelo y una elite de propietarios y pensadores viviendo en la superficie en un mundo de rascacielos y luminosos paisajes urbanos es un paradigma muy aproximado de nuestro mundo y no cabe duda, después de la Olimpiada, que la civilización china se ha acomodado con gran éxito a este modelo de sociedad. Pero no creo que haya que sentirse deslumbrados y admirados por sus logros sino más bien preocupados por buscar, como en Metrópolis, un Freder que supere este modelo que es, aunque el brillo de los fuegos de artificio nos pueda hacer olvidarlo, totalmente opuesto a lo que se conoce por civilización occidental. Tan opuesto y ajeno que corremos el riesgo de considerarnos especies diferentes. La Historia nos enseña los peligros que nos acechan cuando esto ocurre.