25 marzo 2015

Hablemos de Venezuela



Hablar de Venezuela, salvo si es para criticar el “régimen de Maduro”, y su violación de los derechos humanos, es tabú. 

La menor insinuación de que en Venezuela hay un gobierno elegido tan democráticamente como los de Méjico o Colombia, y que puede haber razones para la detención del alcalde de Caracas u otros opositores desencadena tal lluvia de invectivas y acusaciones de connivencia con una dictadura, que intimida y condena al silencio cualquier reflexión sobre Venezuela. 

Quizás esta intimidación tenga precisamente como objetivo condenar al silencio las voces discrepante con la verdad oficial: Venezuela es una dictadura militarista corrupta, donde no hay libertad de expresión, que mantiene aterrorizados y hambrientos a sus ciudadanos. El corolario es familiar: el fin de un gobierno tal, justifica cualquier medio para derribarlo.

Cierto que toda la información disponible apunta que el gobierno de Maduro no es precisamente un dechado de virtudes, que su gestión deja mucho que desear y que la corrupción y la violencia, son moneda común. 

Siendo todo esto cierto, y en el caso de la violencia con un aumento importante en los últimos años; Venezuela es después de Honduras el país mas violento de América, es difícil saber cuanta violencia, corrupción y problemas de abastecimiento son debidos a las características de los gobiernos de Chavez y ahora de Maduro, o a la situación de golpismo continuo en la que vive el país desde 1998 incluyendo clausulas comerciales abusivas y el desabastecimiento provocado que ya es un clásico en todas las revueltas inspiradas por EE.UU. 

¿Cómo distinguir la violencia política de la común en un situación permanente de enfrentamiento? ¿Cómo realizar una gestión sosegada, prudente y evitar la corrupción, cuando el acoso continuo prima de forma natural las adhesiones incondicionales y la crispación?

En 2008 Teodoro Petkoff, uno de los periodistas de la oposición más críticos con Chavez, publicó un trabajo en el que reconoce abiertamente todas las intentonas, desde 1999, de derribar los sucesivos gobiernos de Chavez mediante golpes militares, como en 2002, o través del estrangulamiento económico como la huelga total, durante dos meses, de Petróleos de Venezuela. Su critica de estas actividades no va más allá de rechazarlas por ineficaces y proponer vías más sofisticadas de agitación política para tomar el poder, pero su actividad como opositor le da al relato un autenticidad innegable.

Chavez y Maduro pueden no encajar con la concepción occidental de lideres democráticos, pero han llegado al poder a través de elecciones reconocidas por observadores internacionales, incluyendo EE.UU., y en 2006 por la propia oposición. Y cuando la voluntad popular se mostró contraria, como en el referéndum para modificar la Constitución, Chavez tuvo que aceptar y aceptó el resultado. 

Las que son dudosas son la credenciales democráticas de una parte –la más activa- de la oposición. Un conglomerado de ejecutivos de multinacionales, propietarios de medios de comunicación, Cámaras de Comercio, dirigentes de patronales varias y militares ambiciosos. Su comportamiento, como cuenta Petkoff, ha sido el clásico de los golpistas sudamericanos: Intrigas, agitación, boicot a las elecciones (en 2006) y a la economía con el único objetivo de derribar el gobierno. 

Los lideres de la oposición detenidos tienen una larga historia de participación en intentonas golpistas. En particular el alcalde de Caracas, conocido como el Vampiro, que ahora se presenta como una persona razonable y afable, participó o al menos amparó la represión, con centenares de muertos, durante el Caracazo: Una reacción al paquete de medidas de “liberalización” de la economía impuestas, como no, por el Fondo Monetario Internacional. 

Su participación en la organización del último intento, el Golpe Azul, del que no hemos tenido noticia en los medios “tradicionales” y que incluía el bombardeo de barrios de Caracas por aviones militares parece que está en el origen de su detención; en cualquier caso realizada a plena luz del día por fuerzas de seguridad regulares. 

La última escalada, con la declaración de Venezuela como un peligro para la seguridad nacional de EE.UU. , algo absurdo, salvo porque se trata de la condición legal necesaria para imponer un bloqueo comercial. Es en este contexto en el que hay que colocar la reciente resolución del Parlamento Europeo y no en un súbito interés por los derechos humanos, tan maltratados con la tibia declaración ante la masacre de Gaza de 2014 o el silencio cómplice ante las atrocidades de los Emiratos Árabes o las del general golpista de Egipto Al-Sisi.

Venezuela no es ningún peligro para la seguridad de EE.UU. ni sus libertades democráticas están más conculcadas que en Honduras, Egipto, Marruecos o los Emiratos Árabes, por citar solo algunos gobiernos amigos. El problema con Venezuela es que está encima de una de las reservas de gas y petróleo más importantes del mundo y su pueblo ha elegido en los últimos 14 años gobiernos que pretenden mantener su soberanía y, con errores seguro, realizar un reparto más justo de la riqueza. 


Son quizás estos datos, y no el control de la población, los que hacen que Chavez antes y Maduro ahora ganen las elecciones. 

No nos engañemos, la de Venezuela es una rebelión de los ricos. EE.UU., después de los episodios de tortura y sus fracasos militares y diplomáticos, carece de prestigio alguno en Suramérica. Su oposición a cualquier causa o gobierno solo contribuye a fortalecerlo. La reacción todas las organizaciones regionales ante las sanciones a Venezuela es una prueba de ello. Los países suramericanos difieren en muchas cosas, pero hay algo que comparten: no quieren ver a los yanquis cerca, y les gusta el petróleo barato y a crédito de Venezuela. 

El papel de la UE, con la crisis económica, el espectáculo con Grecia y una responsable de Asuntos Exteriores de adorno, es totalmente irrelevante y el voto en contra de la resolución de condena a Venezuela, de aquellos que creen que la UE debe de mantener un política propia en relación con Suramérica, hace mucho mas por la imagen de Europa y la dignidad del Parlamento Europeo que las lagrimas de cocodrilo por la libertad de la mayoría de los eurodiputados.  

No se trata de convalidar sin más las actuaciones del gobierno de Venezuela, ni descartar los informes de las organizaciones de derechos humanos, pero si analizarlos con el mismo sentido crítico que se aplica en otras ocasiones. Realizar un reportaje televisivo sin entrevistar a un solo miembro del gobierno, no lo olvidemos legítimo, no ayuda a tener una imagen certera de lo que allí ocurre, y tampoco lo hace la explotación vergonzosa del asunto Venezuela como munición electoral contra Podemos.

En cuanto a la credibilidad de la oposición; que el Sr. Gonzalez, confeso de organizar el terrorismo de estado de los GAL y participante a titulo lucrativo, al menos, de la corrupción de Filesa, Malesa y Time-Export organizada para financiar el PSOE, sea su defensor, no la ayuda precisamente. 

No nos dejemos acobardar y hablemos de Venezuela.