23 julio 2006

Oriente Medio. Una perspectiva.

Quizás uno de los mejores servicios que se puedan hacer hoy a la causa de la verdad, para la comprensión de lo que está ocurriendo hoy en el Líbano, sea la de colocar el proceso de rediseñar Oriente Medio en una perspectiva histórica.
En 1992 Paul Wolfowitz, como Subsecretario de Defensa, elabora, por encargo de Dick Cheney, un documento denominado Defense Policy Guidance (DPG) donde se establecen los criterios estratégicos de EE.UU para el siglo XXI: Permanente preeminencia de EE.UU. en toda Eurasia, mediante la coacción a todos los posibles competidores para que ni siquiera aspiren a tener un poder similar al de EE.UU. El documento presenta una visión del mundo dominada por el poder militar de EE.UU. para asegurar la estabilidad internacional, promover sus intereses nacionales y prevenir la aparición de posibles competidores en un futuro predecible. En el capitulo dedicado a Oriente Medio dice “Atajar la agresión contra nuestros amigos e intereses en la región, proteger los intereses y propiedades de EE.UU. y sus nacionales y salvaguardar nuestro acceso al espacio aéreo y marítimo y petróleo de la región. EE.UU. está comprometido con la seguridad de Israel y a mantener la ventaja cualitativa que es crítica para la seguridad de Israel. La confianza de Israel en su seguridad y la cooperación estratégica EE.UU- Israel es clave para la estabilidad de toda la región”
En 1997 Zbigniew Brzezinski en “El gran tablero mundial – La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos”, reafirma esta política, definiendo la UE como un “protectorado de EE.UU. con estados aliados que recuerdan a los antiguos vasallos y tributarios” y si bien declara que esta no es una situación saludable, asegura el derecho de EE.UU. de configurar la UE que desea como más apropiada para sus intereses. En Oriente Medio Irán es el país clave, y la aparición de un régimen islámico poderoso en la zona, la mayor amenaza para mantener la influencia para EE.UU. Conjuntamente con Huntington desarrolla el concepto de arco de crisis, con Oriente Medio en el punto de mira, y declaran que la religión islámica es el enemigo, en una nueva guerra en la cual las religiones, y no los sistemas políticos, inevitablemente lucharan unos contra otros.

Estas visiones unilateralistas y agresivas de la política exterior de EE.UU. estuvieron contenidas durante las administraciones de Bush padre y Clinton, al prevalecer los denominados “realistas”, con Henry Kissinger, y Joseph Nye con su idea del “Soft Power”(dominación cultural de EE.UU.) como referentes. Los “realistas” propugnan los mismos principios que los “unilateralistas” pero mediante una política mas sofisticada de control de las organizaciones internacionales, y de los medios de comunicación e influencia social, y el pacto con algunas grandes potencias, no derrotables, como Rusia y China, con las que hay que coexistir, admitiendo así, una visión multipolar de poder en el mundo. Los militares, como Colin Powell, escarmentados de la experiencia de Vietnam, deseaban también, como los unilateralistas, un poder militar abrumador y sin contestación, pero para ser usado de forma infrecuente, en golpes rápidos y con total garantía de éxito, contra enemigos de poder muy inferior: La invasión de Granada fue el primer ejercicio y la Guerra del Golfo su mejor expresión.


Un obstáculo adicional, para el desarrollo de la política agresiva de los uniteralistas, era la ausencia de un enemigo identificable: El Mal, que permitiera justificar las consecuencias de esta política, Robert Kagan, Irving y William Kristol y otros destacados neoconservadores, se dedican en los años siguientes al final de la guerra fría, a la búsqueda de todos los posibles enemigos y amenazas. Libros como “Poder y Debilidad” y “Peligros Presentes” ilustran esta búsqueda.

El 11/S cambió el equilibrio Realistas – Unilateralistas y con Bush hijo como presidente, un hombre muy limitado y cuyo mayor mérito era su elegibilidad, y que en consecuencia, constituía una perfecta pantalla, Cheney y sus colaboradores ponen en práctica la política diseñada por Paul Wolfowitz en 1992. Según la definición de dos periodistas americanos: El Presidente preside, el Vicepresidente Cheney dirige y el Secretario de Defensa Rumsfeld ejecuta. Irak está, desde el primer instante en la agenda: Era el Mal, era el mas débil, blanco perfecto para demostrar la “doctrina” Rumsfeld para las operaciones militares: “Terror y Conmoción”, tal como explicó en el Pentágono al hablar de los bombardeos masivos. Poco después se unen a lista del eje del Mal, Irán y Siria, los dos únicos países fuera del control de EE.UU. En este escenario, Israel deja de ser una carga, para convertirse en un elemento clave de la política exterior de EE.UU. y todos tienen lo que andaban buscando: Una estrategia agresiva, el ataque preventivo, se convierte en doctrina de las relaciones internacionales. EE.UU. para defender Occidente del Mal, está al margen de las leyes internacionales. La batalla contra el mal justifica el desarrollo de un poder militar abrumador, con beneficios colosales para la industria de EE.UU., que además le permite mantener su liderazgo tecnológico, y un control creciente de la privacidad. Y por último, el Sionismo, no hay que olvidar que Wolfowitz y otros destacados dirigentes de EE.UU. son judíos y muy cercanos a las tesis sionistas, podrá ver cumplidos sus designios del Gran Israel.
Walt y Mearsheimer, dos profesores “realistas” del MIT y Harvard respectivamente, denuncian la influencia excesiva de Israel en la política de EE.UU. en un trabajo titulado “The Israel Lobby and the U.S. Foreign Policy” que desató una tormenta de críticas e insultos.

No hace mucho en The Weekly Standard, foro y escaparate neoconservador por excelencia, William Kristol abogaba por una intervención militar en gran escala, para aprovechar la ocasión para dar una solución definitiva al mapa de Oriente medio y entre tanto proponía la visita del presidente Bush a Israel.

Estos días vemos los designios de Wolfowitz, convertidos en realidad. No se trata de la respuesta a una provocación, no se trata de Israel, ni de los valores de Occidente, es simple y llanamente la ejecución de una estrategia de largo alcance, en la cual, la desesperación de los palestinos, y el odio de los integristas, azuzado y consolidado por décadas de humillación, solo juega un papel de detonante y los muertos, solo son daños colaterales.

Unas palabras para los políticos del PP y algún medio de comunicación, tan estrictos, al criticar los crímenes de la guerra sucia de los GAL, que los llevó al poder. ¿Como no se sonrojan de vergüenza al defender ahora el derecho de los israelíes a cometer crímenes como acto de autodefensa? Esto es una expresión más, de su miseria moral y un incentivo para expulsarlos de nuestra vida cívica para siempre.


Sin embargo, en esta estrategia faltaba el elemento que resolvía Joseph Nye con el Soft Power, la dominación cultural de los valores USA. ¿Como hacer “aceptables” las atrocidades derivadas de esta política, en especial las de Israel, a los delicados paladares de la opinión pública occidental, fundamentalmente europeos? La solución “uniteralista” está en la línea del “Terror y Conmoción” de la doctrina Rumsfeld: Limitar el ámbito de lo criticable, mediante la amenaza y la intimidación.
En un artículo “No it´s not antisemitic” de una profesora de Berkeley, Judith Butler, rechaza esta intimidación cuando dice: “Si no es posible hacer objeciones a la política de Israel sin ser acusado de antisemitismo, entonces esta acusación sirve para delimitar el ámbito de lo que se puede discutir, y en consecuencia a inmunizar a Israel contra cualquier crítica. Se acusa a alguien de ser antisemita de la misma manera que se le calificaba de traidor por oponerse a la guerra de Irak. Estas amenazas solo tienen un objetivo: establecer los límites de lo políticamente correcto”.

Las imágenes de niños israelíes, dedicando, bajo la mirada sonriente de sus madres, las bombas destinadas a bombardear el Líbano, y con mucha probabilidad a matar niños como ellos, me parecen una de las imágenes más escalofriantes de este siglo. Sus consecuencias, se prolongarán varias generaciones. Los responsables, en Israel y en EE.UU., si la dignidad humana ha de sobrevivir, tendrán que ser juzgados, vivos o muertos como Criminales de Guerra.




20 julio 2006

Sin duda es nuestra guerra

Sin duda es nuestra guerra

Hace unos días, estaba claro que esta es nuestra guerra, ahora es evidente que hay que tomar partido, para no ser rehenes del uso obsceno y cínico que se está haciendo del Holocausto y de los millones de judíos asesinados durante el nazismo.
Cada vez que Israel comete una atrocidad, y ya son muchas, la menor crítica es despachada con la acusación de antisemita.
Bueno, pues si llamar criminales de guerra a los dirigentes de Israel y a los israelíes cómplices es antisemita, yo soy antisemita. Si denunciar que Israel es un instrumento de la política exterior de EE.UU, para controlar Oriente Medio es antisemita, yo soy antisemita. Si rechazar la justicia sumarísima de un misil disparado por un avión con control remoto, es antisemita, yo soy antisemita. Si denunciar los bombardeos con bombas sónicas, para aterrorizar a mujeres y niños, es antisemita, yo soy antisemita. Si declarar que Israel es uno de los grandes responsables de la aparición del fundamentalismo islámico con toda su brutalidad, es ser antisemita, yo soy antisemita.
Ayer era Vargas Llosa el antisemita, hoy es Zapatero. Ya se ha iniciado la ceremonia de la intimidación.
No hay que arredrarse, hace tiempo que llevo denunciando en esta bitácora, los planes combinados de neocons y sionistas. No es una manía persecutoria, es el mayor peligro hoy para la Paz en el mundo. Ignorarlo puede costarnos caro. Hay que moverse y divulgar lo que sabemos, desde aquí he intentado dar a conocer lo que sabía. Hay que moverse, de verdad, es nuestra guerra y nuestras armas denunciar los obscuros intereses que hay detrás de esta orgía de muertes.
Irak, Palestina, Líbano, no están tan lejos, la desesperación viaja ligera y cuando la propia vida no importa y ya no hay nada que temer, la audacia es insuperable. Y así llegaron los 11/S , 11/M ….

17 julio 2006

Es nuestra Guerra

Cuesta contener la indignación ante lo que estamos viendo estos días. El ejército de un país: Israel, bombardeando impunemente otro país, matando civiles, provocando el éxodo y el terror de la población, destruyendo carreteras, centrales eléctricas, y toda clase de infraestructuras, incluyendo el aeropuerto de su capital y la capital misma: Beirut.
¿Como es posible que todo esto ocurra sin que nadie levante la voz, sin que la “comunidad internacional” intervenga?. La respuesta está en los designios del grupo Sionista – Neoconservador que dirige la política de EE.UU.: Rediseñar Oriente Próximo: Irak primero, Irán y Siria después, bajo la batuta de Israel, para objetivos compartidos por la elite económica de EE.UU. y el Lobby Judío: garantizarse el suministro de petróleo, el sueño de revancha Sionista: la primacía de Israel, como poder atómico y sin disputa, y por consiguiente el control de una zona estratégica del mundo.
Este grupo, con una tremenda influencia, más allá incluso de la del propio gobierno EE.UU. ha conseguido hasta ahora amedrentar y desacreditar a todos los que han osado oponerse. ¡Vargas Llosa ha sido acusado de enemigo de Israel y antisemita! Sin embargo, los acólitos de siempre, como Aznar, no han dudado en unirse a la causa y escribir apocalípticos artículos en la prensa israelí más rabiosamente Sionista. En recompensa, Aznar recibe sustanciosas sumas por ser invitado a los foros de los Think-Thank conservadores de EE.UU., lo ficha Murdock, propietario de los medios de comunicación ultra conservadores, y los lazos de la FAES, ideológicos y de los otros, con este mundo son cada vez más obvios.
Todo esto explica la filia judía de los Zaplana, y compañía, las acusaciones de “imprudente” a Zapatero por pedir el cese de los bombardeos por parte de Israel, y los enternecedores artículos laudatorios de estado judío: última frontera de Occidente frente al Islam perverso, del Sr. Zarzalejos en el ABC.

William Kristol, destacado neocon, acaba de publicar en el The Weekly Standard, el siguiente articulo, que ilustra que es lo que realmente está en juego en esta guerra.


It's Our War
Bush should go to Jerusalem--and the U.S. should confront Iran.
by William Kristol
07/24/2006, Volume 011, Issue 42

WHY IS THIS ARAB-ISRAELI WAR different from all other Arab-Israeli wars? Because it's not an Arab-Israeli war. Most of Israel's traditional Arab enemies have checked out of the current conflict. The governments of Egypt, Jordan, Iraq, and Saudi Arabia are, to say the least, indifferent to the fate of Hamas and Hezbollah. The Palestine Liberation Organization (Fatah) isn't a player. The prime mover behind the terrorist groups who have started this war is a non-Arab state, Iran, which wasn't involved in any of Israel's previous wars.
What's happening in the Middle East, then, isn't just another chapter in the Arab-Israeli conflict. What's happening is an Islamist-Israeli war. You might even say this is part of the Islamist war on the West--but is India part of the West? Better to say that what's under attack is liberal democratic civilization, whose leading representative right now happens to be the United States.
An Islamist-Israeli conflict may or may not be more dangerous than the old Arab-Israeli conflict. Secular Arab nationalism was, after all, also capable of posing an existential threat to Israel. And the Islamist threat to liberal democracy may or may not turn out to be as dangerous as the threats posed in the last century by secular forms of irrationalism (fascism) and illiberalism (communism). But it is a new and different threat. One needs to keep this in mind when trying to draw useful lessons from our successes, and failures, in dealing with the threats of the 20th century.
Here, however, is one lesson that does seem to hold: States matter. Regimes matter. Ideological movements become more dangerous when they become governing regimes of major nations. Communism became really dangerous when it seized control of Russia. National socialism became really dangerous when it seized control of Germany. Islamism became really dangerous when it seized control of Iran--which then became, as it has been for the last 27 years, the Islamic Republic of Iran.
No Islamic Republic of Iran, no Hezbollah. No Islamic Republic of Iran, no one to prop up the Assad regime in Syria. No Iranian support for Syria (a secular government that has its own reasons for needing Iranian help and for supporting Hezbollah and Hamas), little state sponsorship of Hamas and Hezbollah. And no Shiite Iranian revolution, far less of an impetus for the Saudis to finance the export of the Wahhabi version of Sunni Islam as a competitor to Khomeini's claim for leadership of militant Islam--and thus no Taliban rule in Afghanistan, and perhaps no Hamas either.
It's of course true that Hamas--an arm of the Sunni Muslim Brotherhood--is at odds ideologically with Shia Iran, and that Shia and Sunni seem inclined to dislike, even slaughter, each other elsewhere in the Middle East. But temporary alliances of convenience are no less dangerous because they are temporary. Tell the Poles of 1939, and the French of 1940, that they really had little to worry about because the Nazi-Soviet pact was bound to fall apart.
The war against radical Islamism is likely to be a long one. Radical Islamism isn't going away anytime soon. But it will make a big difference how strong the state sponsors, harborers, and financiers of radical Islamism are. Thus, our focus should be less on Hamas and Hezbollah, and more on their paymasters and real commanders--Syria and Iran. And our focus should be not only on the regional war in the Middle East, but also on the global struggle against radical Islamism.
For while Syria and Iran are enemies of Israel, they are also enemies of the United States. We have done a poor job of standing up to them and weakening them. They are now testing us more boldly than one would have thought possible a few years ago. Weakness is provocative. We have been too weak, and have allowed ourselves to be perceived as weak.
The right response is renewed strength--in supporting the governments of Iraq and Afghanistan, in standing with Israel, and in pursuing regime change in Syria and Iran. For that matter, we might consider countering this act of Iranian aggression with a military strike against Iranian nuclear facilities. Why wait? Does anyone think a nuclear Iran can be contained? That the current regime will negotiate in good faith? It would be easier to act sooner rather than later. Yes, there would be repercussions--and they would be healthy ones, showing a strong America that has rejected further appeasement.
But such a military strike would take a while to organize. In the meantime, perhaps President Bush can fly from the silly G8 summit in St. Petersburg--a summit that will most likely convey a message of moral confusion and political indecision--to Jerusalem, the capital of a nation that stands with us, and is willing to fight with us, against our common enemies. This is our war, too.
- William Kristol

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