25 diciembre 2006

Enemigos de la libertad

Marco Welby, un italiano con una enfermedad incurable e irreversible en fase terminal, dejó de sufrir hace unos días, después de más de 30 años de agonía, gracias a la piedad de un anestesista que decidió desconectar el respirador que mantenía con vida a Marco, contra la opinión libremente expresada por el enfermo y su familia durante muchos años.

Hoy, la Iglesia Católica le niega a Marco y a sus familiares un entierro religioso, como medida disuasoria, ejemplarizadora. No creo que merezca la pena detenerse en los manejos, de una Iglesia corrupta y cómplice activa de asesinatos, y encubridora intelectual y real de asesinos y torturadores. Quizás sea más relevante hacerse otro tipo de preguntas, acerca del derecho a la vida y a la muerte.

¿Por qué, tanto empecinamiento de la Iglesia Católica y los poderes del Estado, en negar-regular el derecho a morir con dignidad?, ¿Cuál es la razón por la cual, la Iglesia Católica nunca se ha opuesto frontalmente, ni siquiera durante los pontificados más progresistas, a la pena de muerte, pero sin embargo protege con celo unas pocas células eucariotas indiferenciadadas?.

No solo la Iglesia Católica, también el movimiento neo-conservador, se opone vigorosamente al control de la natalidad, al aborto y a la investigación con células madre, y por supuesto a cualquier forma de eutanasia (eu-thánatos, buena muerte), y todo ello en nombre de respetar el derecho Divino a decidir acerca de la Vida y la Muerte. Sin embargo, estos Cristianos Renacidos no tienen ningún problema en interferir el designio divino, apoyando la utilización de la pena de muerte por el Estado, es decir el poder institucionalizado. ¿Cuál es la razón de esta contumaz hipocresía?.

Antes de intentar dar una respuesta a estos interrogantes, habría que responder a la pregunta, de que es lo que se muere y cuando se muere. Esto es relevante desde que la tecnología permite la prolongación de la actividad de las funciones vitales de forma casi indefinida. Como dice Jesús Mosterin en “La naturaleza humana”: “Una persona es un ser humano en el pleno uso de sus facultades mentales o corticales, tales como la conciencia, el lenguaje, el pensamiento, la toma de decisiones y los sentimientos conscientes. Los embriones, los fetos y los bebes no son todavía personas. Tampoco lo son los humanes con una disminución mental severa...los moribundos que sobreviven en hospitales en estado vegetativo persistente o en coma…la vida personal es más corta que la vida organísmica y la muerte personal ocurre con frecuencia antes que la muerte biológica”

La libertad para vivir y morir que en realidad les preocupa a la Iglesia, los neoconservadores y toda clase de poderes establecidos, es la de la persona como ser con dignidad, con capacidad para decidir, aunque para ello tengan que disfrazarla de preocupación por el latir- sin objeto ni sentido- de un corazón o las fantasías acerca de los Einstein en ciernes de células recién fecundadas.

El impulso vital: dar y perder la vida, es el más primario de todos: Los seres vivos somos los supervivientes, los campeones, en la Liga de la Vida. Cualquier amenaza a este impulso vital, es, ha sido siempre, la más terrible de las amenazas y desencadena las reacciones biológicas más extremas.

El poder, entendido como capacidad de lograr que los otros se comporten conforme a nuestros deseos e intereses, no podía dejar pasar por alto el control de un arma tan poderosa: La decisión sobre la Vida y la Muerte. El mantener el control, el derecho exclusivo para decidir acerca de la Muerte, es un elemento fundamental del ejercicio del poder, de cualquier poder. Por ello ninguna organización de poder, y aquí coinciden las iglesias, el estado y los neoconservadores, puede tolerar, que la decisión última acerca de la Vida, sea una decisión de la persona, sin aceptar al mismo tiempo la renuncia a una parte muy importante de su poder, de su capacidad de disuasión.

Es, en la naturaleza única del poder, que no distingue objetivos, donde quizás se encuentre la respuesta nuestras preguntas, la explicación de tantas coincidencias, la razón de tanta hipocresía.

El derecho a la vida, a una vida digna, es inseparable del derecho a decidir sobre nuestra muerte, y los enemigos de este último derecho, serán siempre, aunque se disfracen de lo contrario, enemigos de la libertad.