31 mayo 2015

Desvistiendo al Neoliberalismo



“El gobernador se permite ser perfectamente feliz ante el espectáculo de que Gran Bretaña tenga el crédito de mejor calidad del mundo, al mismo tiempo que tiene a un millón doscientos cincuenta mil desempleados”

Este pasaje no pertenece a ningún panfleto revolucionario sino que es parte de la carta que en 1924 el muy conservador canciller del Exchequer Winston Churchill dirige al gobernador del Banco de Inglaterra durante el debate acerca de la vuelta de la libra al patrón oro.

“Una verdadera democracia se reconoce hoy por la distribución de los impuestos y no por las formalidades de una Constitución” 

No se trata de ningún bolivariano sino un discurso de 1925 del ministro de Hacienda de Primo de Rivera: Jose Calvo Sotelo en su pelea con los March y Cambó para establecer un sistema de impuestos mas progresivo.

El hecho de que estas afirmaciones suenen hoy como revolucionarias y de extrema izquierda, no es su radicalismo sino la consecuencia del enorme éxito del neoliberalismo en imponer su discurso como el marco de referencia, el sentido común, bajo el que se deben examinar todas las propuestas.

Dos elementos clave de este marco de referencia, que aparecen ya en 1944 en el Camino de Servidumbre de Hayek, son la ecuación libertad de mercado igual a democracia y el concepto de purga o penitencia, por los errores o excesos cometidos por la sociedad en el pasado, con el que explica las crisis. 

Al sostener de manera intransigente que cualquier interferencia, por mínima que sea, en la libre actuación de las fuerzas del mercado conducirá de forma ineludible al totalitarismo, ha permitido a los neoliberales secuestrar la democracia y la libertad como algo propio y atacar las intervenciones del estado, no como contrarias un determinado modelo económico, sino en nombre de principios y valores éticos y morales que nada tienen que ver con la economía. 

La hegemonía de este pensamiento es tal, que es difícil encontrar algún líder que defienda la intervención del estado, sin excusarla inmediatamente como algo temporal protegiendo su reputación a continuación afirmando su devoción inquebrantable a la causa de la democracia.

La Unión Europea, en su encarnación actual, es un ejemplo de mixtificación interesada de democracia y libertad de mercado que permite excluir del debate y de la vida pública como antidemócratas, criptocomunistas o sencillamente majaderos insensatos a aquellos que pretendan introducir la acción del estado en la economía. 

El segundo elemento, la culpa o penitencia por los errores o excesos cometidos como explicación de las crisis, es todavía más poderoso que el anterior. Por un lado, enraíza con conceptos religiosos derivados del puritanismo y el calvinismo y en consecuencia en los esquemas morales básicos de muchas sociedades para las cuales este concepto resulta natural y por otro, permite ver el sufrimiento no como algo injusto, sino como una purificación por los errores cometidos, después de la cual, si la soportan con entereza, vendrá la prosperidad. Es un mecanismo especialmente odioso ya que transfiere la culpa y los desmanes de unos pocos a la totalidad de la sociedad que debe sufrir la purificación imprescindible. Cuando el sufrimiento de una sociedad es muy grande basta con inflar el tamaño de su culpa para convertirlo en justo. Esto es lo que está ocurriendo en Grecia. 

En España se acuñó el ya famoso “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” para justificar recortes terribles en los derechos sociales. 

El truco para imponer estas penitencias ha sido no sobrepasar el nivel de castigo que está dispuesta a aceptar una sociedad antes de rebelarse. En España “el error” de Rajoy ha sido la combinación letal de brutalidad, arrogancia y corrupción la que ha superado el umbral y propiciado la ventana de oportunidad que tenemos para revertir, aunque sea modestamente, el proceso de purificación. 

El 24 M parece señalar que la sociedad española no está dispuesta a aceptar sin más tanto dolor, pero ya nos anuncian que la misión del FMI que está de inspección en España ha advertido en un almuerzo con Diputados de los peligros que puede acarrear nuestra flaqueza. 

Ahora, más que nunca, es preciso juzgar a las fuerzas políticas por su determinación en enfrentar a estos misioneros. En este sentido, a pesar de los ropajes de modernidad y regeneración que presentan localmente, lo cierto es que tanto Ciudadanos como el PSOE han apoyado en Bruselas el TTIP. Un mal indicio de la honestidad de sus intenciones, y una señal más de que estos supuestos centristas y socialdemócratas son, en realidad, neoliberales vergonzantes.