30 diciembre 2005

Autocuración. A una querida amiga.

Hace tiempo leí el libro de Desmond Morris “El Zoo Humano” y me causo una gran impresión que todavía dura. Por primera vez los humanos estaban en el punto de mira del zoólogo como lo que realmente son: Mamíferos con un cerebro altamente desarrollado. Desmond Morris analizaba nuestro comportamiento en el trabajo, la familia, el grupo, la enfermedad, etc. en clave animal, para concluir, que los usos sociales y actitudes de los humanos, son en gran parte traducciones culturales de nuestros instintos e impulsos biológicos animales.
Sin embargo, como en toda traducción, es posible que se hayan perdido algunas de las capacidades del original. Es conocido que cuando luchan dos animales, con frecuencia las heridas del animal triunfador son más graves que las del derrotado, pero es este último, el que conocedor de su derrota, es incapaz de curarse.
Así, cuando la medicina diagnostica nuestros males y sus limitaciones para enfrentarlos, tendemos en ocasiones a sentirnos como el animal derrotado de la lucha, entregándonos a la fatalidad y desactivando nuestra capacidad de autocuración.
Sin menospreciar en modo alguno el papel de la medicina y los medicamentos en la lucha contra la enfermedad, creo que en nosotros mismos hay un enorme potencial de autocuración que tenemos que aprender a usar,y que quizás nuestra confianza en la medicina y en los remedios externos ha desactivado en alguna medida.
Sin embargo en la naturaleza hay ejemplos sorprendentes, inexplicados hasta ahora por nuestra medicina. Así que hay muchas razones para ser optimistas en cuanto a nuestras posibilidades de autocuración, si no nos sentimos derrotados y más todavía si los que queremos y nos quieren, nos consideran el ganador seguro en la batalla.
Así pues querida amiga, adelante con la artillería interna que siempre nos ha derrotado con su energía. Solo puede haber un resultado en 2006; suplicarte de nuevo un respiro en cualquier cuesta, de cualquier sitio que es preciso ver HOY de manera imprescindibible, aunque sea con 40 grados a la sombra.