20 octubre 2007

Contradición aparente

Anda ufano nuestro ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, porque el mismísimo Sarkozy ahora lo imita, y sin prueba de ADN ni nada, va a legalizar en plan descorche a los inmigrantes en Francia. Cree el ministro, que Sarkozy, contradiciendose a si mismo, se ha convertido al socialismo compasivo, apiadandose de las condiciones inhumanas de los inmigrantes ilegales. En realidad lo que ha convertido a Sarkozy son los números. Un inmigrante legalizado paga impuestos, el ilegal no, y en conjunto es más rentable econonómicamente. Este es el quid de la cuestión y así lo han ido entendiendo todos los países, excepto esa especie de club de golf exclusivo que es Suiza, que ya tiene bastante con los impuestos de los desalmados de medio mundo.

La Felicidad

Hoy he visto en el departamento de libros del Corte Inglés una sección titulada Felicidad. Flanqueada por Informática y Economía, y encerrada en Libros Jurídicos, Novedades y Novela Histórica está la Felicidad. Lejos, los Autores por orden alfabético y mucho más lejos la Música, que a su vez arrincona a Filosofía, Sociología, Historia y Autores Españoles. Mi excursión a la seccion de discos en busca de Elgar y sus Variaciones Enigma, una pérdida de tiempo, si de Felicidad se tratara.

La verdad es, que, como tantas cosas en el Corte Inglés miradas de cerca, lo de la Felicidad tiene truco. ¿Cómo aceptarse a uno mismo?, Como mejorar tu Autoestima, La Inteligencia Emocional, y un prometedor La Felicidad en siete pasos, se combinan en las estanterías de la Felicidad con el inefable ¿Quien se comió mi queso? O sea que todo lo que nos ofrece la sección, son muchas recetas pero poca Felicidad. Los libros de cocina en lugar del plato delicioso.

Una versión moderna de aquel Mecánica Popular donde nos explicaban como un señor de Wisconsin se construía con cuatro cosillas, en el garaje de su casa un automóvil-canoa convertible en avioneta con la cual se iba feliz y sonriente a su trabajo, sobrevolando al resto de mortales atascados en la autopista.

Estoy seguro que el número de frustrados al no poder emular al señor de Wisconsin, entre los que me encuentro, será igual al de lectores infelices después de consumir la sección de Felicidad del Corte Inglés. Pero entretanto, y de eso es de lo que se trata, nos habremos pasado el tiempo en el garaje buscándonos a nosotros mismos, en lugar de a los tipos que se han llevado nuestro queso.