28 abril 2012

A vueltas con el Dinero: Salir del Euro

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¿Qué es el dinero? Aunque lo usamos constantemente y es una parte esencial de nuestra vidas, la mayor parte de las cosas que sabemos del dinero tienen que ver con lo que hace, o como funciona, pero no con lo que realmente es.
El dinero es una creación cultural de la misma categoría, que el idioma o la religión, cuyo objetivo es facilitar el intercambio de bienes y servicios, y por tanto el progreso de las sociedades, superando las limitaciones del trueque.
En un mundo sin dinero, el productor de patatas que necesitara herramientas debería encontrar un herrero, pero no a cualquier herrero, sino a uno que esté interesado en tener patatas y así para cualquier utensilio o producto que necesitara. Para resolver las obvias limitaciones de este proceso, el paso siguiente fue utilizar objetos o materiales fáciles de transportar y acumular, escasos, duraderos y fáciles de identificar por su rareza que fueran comúnmente aceptados como símbolo de valor en muchas sociedades: oro y plata, pero también piedras preciosas, conchas….
El objetivo es facilitar el intercambio de productos y habilidades no solo a nivel local –tribal- sino con otras civilizaciones y culturas. Para ello es necesario algo que simbolice de la forma lo mas universal posible un valor.
Y eso es el dinero: un símbolo de valor, un sistema de información que describe los derechos del que lo posee a una cierta cantidad de bienes o servicios de otros, o recíprocamente, como la obligación de los otros a entregar bienes y servicios a los poseedores del dinero.
El dinero es consustancial a cualquier sociedad-civilización desarrollada. La prestación de los servicios extraordinariamente especializados y sofisticados en los que se basan nuestras sociedades serían imposibles en una sociedad basada en el trueque.
Este papel fundamental del dinero ha hecho que el control y la propiedad de los objetos o materiales que lo simbolizan, sea un elemento clave de poder y dominio. La prosperidad del Imperio Español se basó en el acceso barato a una fuente abundante de oro y plata, que eran símbolos de valor aceptados en Europa. Los rendimientos económicos eran enormes. Con mano de obra esclava podía obtener oro o plata que luego se intercambiaba por toda clase de bienes y servicios (los de armas entre otros) de alto valor.
La escasez de oro y plata limitaba el desarrollo de la industrialización, que precisaba de grandes cantidades de dinero para obtener los bienes y servicios necesarios, por ejemplo, para la construcción de ferrocarriles o fábricas en unos pocos años. Pero además, el dinero pagado por los bienes y servicios solo se recuperaría a medio o largo plazo. Era necesario crear dinero cuya equivalencia en bienes o servicios todavía no existía, sino que se obtendría de la producción de las fábricas y el servicio de ferrocarril en el futuro.
Son estas necesidades: abundancia y creación por adelantado las que originan lo que hoy conocemos como dinero: los billetes de banco.
Si bien en su creación, los billetes de banco tenían un equivalente en plata u oro, que el portador podía reclamar, esto no quería decir que los bancos tuvieran permanentemente en sus cofres el contravalor en oro o plata de los billetes emitidos. Todo lo contrario, el billete de banco suponía que los bancos podían crear dinero: billetes, sin necesidad de que existiera su contravalor en oro o plata. El proceso funcionaba siempre que los receptores del dinero lo devolvieran. De lo contrario, cuando los ferrocarriles o fábricas fracasaban, los bancos cancelaban la conversión en oro o plata por un tiempo o la hacían con un descuento. El siglo XIX y la primera mitad del XX, asistieron a numerosas crisis de convertibilidad, que, entre otros, hicieron inmensamente ricos a los Rothschild que controlaban la producción de oro y plata. Los tiburones financieros de la época.
Desde que en 1971 se canceló la conversión del dólar en oro, los billetes de banco no tienen contravalor alguno, su valor se fija por referencia de unos billetes contra otros y de todos contra el billete más comúnmente aceptado: el dólar USA. En el sistema monetario moderno, los bancos emisores pueden crear tanto dinero como deseen, cuyo valor en bienes y servicios, y por tanto su equivalencia con otros billetes, dependerá de su aceptación y de la capacidad del país donde se emite el dinero para crear o producir bienes y servicios.
¿Quién crea hoy el dinero? El dinero hoy se crea en dos niveles: los bancos comerciales y los bancos emisores en los países que tienen moneda propia: El Banco Central Europeo para el euro, la Reserva Federal en EE.UU., el Banco de Inglaterra, de Japón, etc.
Los bancos comerciales crean dinero cada vez que conceden un crédito a un cliente. En ese momento anotan la cantidad prestada en la cuenta del cliente y una cantidad igual en el activo del banco. El cliente le debe al banco el dinero que este acaba de crear. Esto es todo, no es necesario que exista una cantidad de dinero equivalente en el pasivo del banco como consecuencia de que otros clientes hayan depositado dinero en el banco. La creación de dinero es simplemente deuda, deuda equivalente a la prestación de unos bienes y servicios. Cuando el acreedor devuelve el dinero al banco, este pone la cuenta del cliente y la de su activo a cero y el dinero desaparece. Por lo tanto, la existencia de dinero supone siempre que existe una obligación pendiente de prestar bienes y servicios. Cuanto mayor es la cantidad de dinero en circulación tanto mayor es esta obligación.
En realidad los bancos comerciales no pueden prestar todo el dinero que deseen, sino que están obligados a tener una fracción del dinero prestado en fondos propios, por ejemplo, procedentes del dinero entregado en depósito por otros clientes. Así, que tiene que existir alguien que cree el dinero originalmente. Estos son los bancos emisores, que crean el dinero de la nada simplemente con una anotación en las cuentas que los bancos comerciales tienen en el banco emisor y otra en su activo. Es decir el dinero se crea como deuda de los bancos comerciales con el banco emisor, que se conoce también como prestamista de último recurso.
Pero además todos los bancos, incluido el banco emisor, prestan el dinero con interés, es decir que no solo es preciso devolver lo prestado sino algo más. Por lo tanto cada vez que se crea dinero se crea una obligación adicional, la correspondiente al interés, de producción de bienes y servicios, para la cual no existe correspondencia en dinero. Es decir siempre hay una obligación de producción de bienes y servicios mayor que la cantidad de dinero en circulación. Siempre existen deudores que no podrían atender sus obligaciones y están obligados a aceptar las condiciones que le ofrezcan los acreedores: son los perdedores. La existencia de perdedores es un elemento intrínseco del sistema monetario actual. La masa de perdedores depende de los tipos de interés: a mayores tipos de interés, mayor diferencia entre obligaciones y dinero y por lo tanto más perdedores. Y el tipo de interés lo fijan los que crean el dinero.
El dinero es un elemento clave para el desarrollo de las sociedades ya que el volumen de bienes y servicios que se pueden intercambiar, y por tanto producir o prestar, es decir la actividad de una sociedad, dependen de la cantidad de dinero en circulación.
La creación de dinero no es neutra para una sociedad, ya que la obliga, en ocasiones durante lustros, a la prestación de bienes y servicios, es decir a trabajar para hacer frente a la deuda más los intereses que corresponden al dinero creado. Si una sociedad no controla la creación del dinero que utiliza, esta sometida los intereses de los que lo hacen. Un ejemplo clásico son los países de África obligados a endeudarse en dólares o en euros para pagar los productos que necesitan para funcionar, sin que tengan el menor control sobre la equivalencia de sus bienes y servicios y el dinero que tienen que devolver.
Nuestra situación dentro de Europa no es muy diferente. Hemos contraído una deuda enorme en una moneda que no controlamos y además, después de 20 años de destrozo de nuestro sistema productivo y educativo, con una política de inmigración suicida, tenemos millones de personas sin formación a las que hay que mantener y muy pocas empresas capaces de producir bienes y servicios con los cuales devolver lo que nos han prestado en euros. Estas son las razones por las que no nos prestan o lo hacen con usura.
La recuperación del control de nuestra moneda  es condición indispensable para salir de esta situación.
¡Salgamos del Euro, antes de que todo el país y no solo los bonos sean basura!

05 abril 2012

PP el Gobierno de Vichy




La observación de Friedrich Schlegel, fundador del Romanticismo, según la cual toda gran verdad es “absolutamente trivial” y, que para que no caiga en el olvido, hay que expresarla cada vez de una manera nueva y a ser posible paradójica, aplica, con la paradoja extrema de renunciar a aquello que estamos diseñados para conservar a cualquier precio, al suicidio del farmacéutico jubilado frente al Parlamento de Atenas. La gran terrible verdad es, que Grecia, y también nosotros, estamos siendo sometidos a un expolio comparable al de un ejército de ocupación. Y al igual que en los países ocupados, la miseria material no es la peor de las desdichas, sino la degradación moral que la acompaña, que postra al país ocupado, anula su capacidad de reacción y lo hace súbdito por generaciones.

En la entrada "La suerte está echada"   ya era previsible lo que está ocurriendo con nuestra prima de riesgo y las interferencias, no por esperadas, menos intolerables del BCE: Un sanedrín de individuos, no elegidos democráticamente que, sin dar cuentas a los ciudadanos, controlan un elemento clave de la sociedad: el flujo de dinero.

Es cierto, que sea cual sea el camino que tomemos, no va ser posible evitar las privaciones materiales, consecuencia de nuestra dejadez al permitir que, durante 3 décadas, una pandilla de incompetentes y sus asesores técnicos sin escrúpulos, hayan llevado al país al abismo en el que estamos. Pero si podemos evitar la disolución de nuestra sociedad, la eliminación de vínculos básicos de solidaridad, mantener el orgullo de ser nosotros mismos. Para el viajero que soy, hay cada vez más síntomas del retorno de aquella vergüenza de los años 70 a enseñar el pasaporte, de esconder lo que somos y de denigrar con escarnio a su propio país como peaje para ser aceptados.

No se trata de una proclama romántica, sin autoestima no hay sociedad capaz de recuperarse, ni de conservar a los mejores de entre los suyos. Esto lo saben bien sus enemigos.

Tampoco es inevitable, que no podamos dirigir el reparto de nuestros, escasos, recursos en la dirección que consideremos más conveniente para conservar la cohesión social, para recuperarnos. Pero todo esto pasa por una decisión fundamental: Abandonar el Euro. Convencernos que dentro del Euro no hay salvación. Los que ahora se oponen a la política del PP lo saben, y si no proponen esta opción, caerán continuamente en contradicciones, se tendrán que conformar con generalidades, que acarrearan su descrédito y facilitarán la tarea de nuestro gobierno de Vichy particular.

No es imposible salir del Euro, cuanto antes lo hagamos mejores condiciones podemos obtener. Es necesario iniciar, cuanto antes, un movimiento de opinión, de desobediencia civil, que nos se detenga hasta que se modifique la Constitución y se convoque un referéndum que termine con nuestra salida del Euro.

Tenemos que abandonar de una vez la elitista idea de Ortega de que “España es problema y Europa la solución”. La solución está en nosotros mismos, aunque sea dura para la casta de los Ortega.