05 abril 2012

PP el Gobierno de Vichy




La observación de Friedrich Schlegel, fundador del Romanticismo, según la cual toda gran verdad es “absolutamente trivial” y, que para que no caiga en el olvido, hay que expresarla cada vez de una manera nueva y a ser posible paradójica, aplica, con la paradoja extrema de renunciar a aquello que estamos diseñados para conservar a cualquier precio, al suicidio del farmacéutico jubilado frente al Parlamento de Atenas. La gran terrible verdad es, que Grecia, y también nosotros, estamos siendo sometidos a un expolio comparable al de un ejército de ocupación. Y al igual que en los países ocupados, la miseria material no es la peor de las desdichas, sino la degradación moral que la acompaña, que postra al país ocupado, anula su capacidad de reacción y lo hace súbdito por generaciones.

En la entrada "La suerte está echada"   ya era previsible lo que está ocurriendo con nuestra prima de riesgo y las interferencias, no por esperadas, menos intolerables del BCE: Un sanedrín de individuos, no elegidos democráticamente que, sin dar cuentas a los ciudadanos, controlan un elemento clave de la sociedad: el flujo de dinero.

Es cierto, que sea cual sea el camino que tomemos, no va ser posible evitar las privaciones materiales, consecuencia de nuestra dejadez al permitir que, durante 3 décadas, una pandilla de incompetentes y sus asesores técnicos sin escrúpulos, hayan llevado al país al abismo en el que estamos. Pero si podemos evitar la disolución de nuestra sociedad, la eliminación de vínculos básicos de solidaridad, mantener el orgullo de ser nosotros mismos. Para el viajero que soy, hay cada vez más síntomas del retorno de aquella vergüenza de los años 70 a enseñar el pasaporte, de esconder lo que somos y de denigrar con escarnio a su propio país como peaje para ser aceptados.

No se trata de una proclama romántica, sin autoestima no hay sociedad capaz de recuperarse, ni de conservar a los mejores de entre los suyos. Esto lo saben bien sus enemigos.

Tampoco es inevitable, que no podamos dirigir el reparto de nuestros, escasos, recursos en la dirección que consideremos más conveniente para conservar la cohesión social, para recuperarnos. Pero todo esto pasa por una decisión fundamental: Abandonar el Euro. Convencernos que dentro del Euro no hay salvación. Los que ahora se oponen a la política del PP lo saben, y si no proponen esta opción, caerán continuamente en contradicciones, se tendrán que conformar con generalidades, que acarrearan su descrédito y facilitarán la tarea de nuestro gobierno de Vichy particular.

No es imposible salir del Euro, cuanto antes lo hagamos mejores condiciones podemos obtener. Es necesario iniciar, cuanto antes, un movimiento de opinión, de desobediencia civil, que nos se detenga hasta que se modifique la Constitución y se convoque un referéndum que termine con nuestra salida del Euro.

Tenemos que abandonar de una vez la elitista idea de Ortega de que “España es problema y Europa la solución”. La solución está en nosotros mismos, aunque sea dura para la casta de los Ortega.