12 septiembre 2011

Reflexiones en el 11S



Las víctimas murieron como peces o como langostas, fuera de la historia, en la zona documental que no conoce registros… allí donde el número de los que sufren carece de sentido.
Este oportunista texto de Ernst Jünger, en 1944, cuando ya era evidente para alguien tan bien informado como él, que la derrota era inevitable, refleja sin embargo muy bien los horrores que en este mismo instante sufren millones de seres humanos en el cuerno de África, tan cerca y tan lejos de nosotros como los campos de concentración del Este y sus atrocidades lo estaban de Jünger.
La verdadera dimensión del horror, es únicamente individual, tiene nombre, familia, ilusiones, una historia vital. Fuera de esta dimensión individual, el hombre, quizás por su condición fundamentalmente tribal, es incapaz de comprenderlo.
Solo debajo de la nube de polvo y los cascotes del 11S, en los relatos detallados, con nombres y apellidos, descubrimos la enormidad de la tragedia.
La misma nube, el mismo estruendo, ha cubierto decenas de veces las calles de Bagdad, Beirut y Gaza, pero solo son daños colaterales, porque todo ha ocurrido fuera de la historia, y no sabemos, ni sabremos los nombres de los sacrificados. Como tampoco sabremos los nombres de los niños, mujeres y hombres que mueren de hambruna en este mismo instante.
Los nombres de los 3000 muertos del 11S han sido grabados en piedra, y así inmortalizar cada sufrimiento individual. Sin embargo la ceremonia para honrarlos ha tenido que celebrarse, solo como un espectáculo televisivo, en un Manhantan medio vacío acordonado por temor a un ataque terrorista.
Quizás, como se temía Jünger en 1944, las incontables victimas que hemos dejado en el camino para construir nuestra “modélica” sociedad claman venganza.