03 julio 2010

Lo más urgente. Que no se vayan

Es en los momentos de mayor adversidad cuando hay que hacer planes de futuro. Forjarse ilusiones. Establecer metas a largo plazo, rebuscar en lo que todavía tenemos, hacer el inventario, consolidarlo y hasta, si es necesario, sobrevalorarlo. Esto es ni más ni menos lo que hacemos ante la muerte de un ser querido, o la noticia de una grave enfermedad. Es cierto que necesitamos el duelo, el reconocimiento de nuestra condición, o lo que es lo mismo, dar esquinazo, que no respuesta, a las preguntas: ¿Porqué a mi?, ¿Qué he hecho yo?.
Hoy este país se encuentra en un momento crítico, no es una crisis pasajera, algo que se irá poco a poco como un dolor de cabeza. El declarar que la situación es dramática, no es pesimismo ni auto compasión, es ni más ni menos vivir el duelo. Y ahora: ¿Qué es lo que nos queda? A mi juicio lo más valioso, son las dos generaciones mejor educadas de nuestra historia.
El gran desafío que tenemos hoy y ahora, la tarea más urgente, es convencer a estas generaciones para que sacrifiquen una parte de su vida en aras de un futuro mejor para la comunidad, para su país. Y no es tarea fácil, llevamos décadas predicándoles una cultura de éxito individual a cualquier precio, y de exaltación del hedonismo. Así que la tentación de huir, de emigrar allí donde es posible la satisfacción a corto plazo, va a a ser enorme y se va a incrementar a medida que la situación empeore, algo inevitable en la próxima década.
La pregunta es como lograrlo, y la respuesta difícil. Pero tenemos cosas a favor, tienen una visión del mundo cosmopolita, así que están abiertos a nuevas propuestas, incluso radicales, si les ofrecen un desafío y un proyecto para lograrlo. Algo que les haga sentirse diferentes, lo que es consustancial a cualquier generación. Pero es necesario un liderazgo que les merezca respeto, dispuesto a mantener el rumbo a pesar de las olas, que sea creíble, nada de trucos de político provinciano, ni tampoco declaraciones huecas de patriotismo: ¡Les quedan tan lejos a los hijos del proyecto Erasmus¡.
A mis 62 años, se que el proyecto de mi generación ha fracasado, y lo único que podemos hacer para redimirnos es preparar el camino a estas nuevas generaciones, limpiando el terreno, entre otras cosas, de la mediocridad de nuestra clase política actual y de la corrupción ética y moral de nuestros jueces, propiciando un nuevo liderazgo y sobre todo siendo generosos cuando llegue nuestra hora de apagarnos.