24 octubre 2006

Contra la pobreza

El sábado contra la pobreza, contra el hambre en el mundo, contra la desigualdad insultante. Éramos 100.000 según los Organizadores, 10.000 según la Delegación del Gobierno. Muy pocos, con cualquier medida para tamaña empresa. Sin demasiado entusiasmo, como si todos supiéramos que aquello no tenía ninguna posibilidad de éxito, o quizás por esto mismo, ya que el cambio que invocábamos, es tan revolucionario que no es posible imaginarlo sin los terribles acontecimientos que acompañan siempre a los partos en la historia.

Hemos llegado aquí, sin darnos cuenta, montados a caballo del progreso, del trabajo responsable, de la libertad para elegir el porcentaje de interés hipotecario que nos hace predecibles, llenos de confianza en la democracia formal. Está feo romper las reglas del juego, y es muy placentero creer, que de vez en cuando, podemos decir algo acerca de nuestro futuro. Que podemos elegir a los que mandan. En realidad solo elegimos a sus representantes a sueldo, y los tenemos blancos, rojos y colorados, para que la selección tenga aspecto de realidad, como los billetes de banco: “Geldschein” apariencia de dinero en alemán. Y todo esto, bajo la mirada burlona de los que cambian y rompen las reglas de juego a su antojo, de los que realmente saben de que va todo esto, y mueven las desgracias y los destinos del resto de los hombres como acciones en la Bolsa. No olvidemos que la Banca nunca pierde.

¿Sin esperanza? Quizás no, si todos la perdemos, y de la desesperanza sale la energía necesaria para pedir y conseguir un mundo más justo. Eso sí, sabiendo con certeza el precio a pagar por la osadía.