Pablo Iglesias ha conseguido poner voz pública, sin la
retórica hueca habitual de los políticos profesionales, a un diagnostico de los
males de nuestra sociedad que era evidente, desde hace tiempo, para muchos de
nosotros.
No nos ha tenido que convencer, ni descubrirnos nada: solo
enunciarlo de forma clara y sin compromisos.
Creo que en esto, sin desdeñar la brillantez con la que se maneja en televisión, radica su
éxito.
Tengo que reconocer que me ha rejuvenecido, lo daba todo por
perdido, y para mí lo está ya de forma
ya irremediable, pero quizás mis nietos puedan vivir en un país más justo libre
de la podredumbre que lo inunda hoy y los libros de historia dirán que el
cambio se inició ahora.
Pero hay muchos obstáculos en el camino. Cuanto antes los
pongamos en el radar mejor.
Personalización de Podemos en Pablo Iglesias. No hay duda
que los grandes cambios han estado siempre unidos a la figura de un líder. Alguien que personalice el espíritu de lo
nuevo. Nuestra genética más primitiva: miembros
de manada primero, grupo de
supervivencia-familia y tribu después,
nos empuja a necesitar un jefe.
El fracaso inicial del 15 M estuvo unido en gran medida a la falta de
liderazgo.
Pero los liderazgos en sociedades complejas, necesitan difuminarse
para no despertar rechazos personales, y ser contrapesados para reflejar la
pluralidad de matices e intereses de la tribu heterogénea que son nuestras
sociedades. Es el famoso check and
balances.
Creo que dentro de Podemos hay más gente brillante y Pablo
Iglesias debería ir poco a poco reduciendo su exposición a los medios, si no
quiere que cualquier tropezón personal, por mínimo que sea, tumbe todo el
edificio. El señor Zarzalejos, al que
presto siempre mucha atención, ya dice que en relación con Podemos han decidido
dar cuerda a la cometa. Es lo que están haciendo, lanzando de vez en cuando a
miserables tipo Inda, para ver si se equivoca.
Por otro lado, es cierto que la desigualdad ha aumentado de forma
insultante en España, pero todavía hay una clase media, integrada en el
sistema, que espera que todo se arregle.
Tiene mucho que perder: No hay más que recorrer las urbanizaciones de
clase media, y cree que lo va a conseguir si se adaptan. Hoy el discurso de
Podemos se dirige en gran medida a los que están fuera del sistema y es
necesario que amplíe el espectro si quiere lograr una mayoría social de cambio.
El programa de Podemos.
Se trata de una reducción simplista, aunque muy certera, de las causas
profundas de la crisis económica y social. Un banderín de enganche. Pero una
cosa es el banderín, los principios estratégicos, y otra la táctica, la
intendencia. Las guerras se suelen perder por la intendencia. Creo que Podemos debería de articular todas
las, sin duda numerosas, iniciativas locales,
en el marco de su estrategia: anticorrupción, transparencia, etc., produciendo un programa de medidas concretas en
el ámbito municipal, que puedan llevar todas las candidaturas.
Por nuestra parte, nuestro fino olfato y remilgos, debe de
aceptar que el ser humano, en las grandes empresas, no se mueve por grandes
ideales estratégicos o principios, sino por principios tribales. El general
prusiano Blücher, realmente decisivo en la batalla de Waterloo que cambió
Europa, arengó a sus tropas derrengadas y hambrientas con un “caballeros le he
prometido a Wellington que llegaría a tiempo y un caballero siempre cumple su
palabra” Nada de principios solo sentimientos tribales compartidos.
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