05 julio 2008

La lengua Común


“Todo pensamiento procede de la lengua y no a la inversa”, ésta frase del premio Cervantes 2006, Antonio Gamoneda refleja muy bien las razones de algunos de los firmantes del Manifiesto en Defensa de la Lengua Común. Una lengua común significa un pensamiento común, y un pensamiento común es un paso más hacia el pensamiento único. La unicidad de la lengua- del pensamiento- , es y ha sido siempre un instrumento básico para la construcción de imperios. Ya se lo decía Antonio de Nebrija a Isabel la Católica cuando esta le preguntó por la utilidad de su Gramática Castellana, si ella ya conocía la lengua, “Su alteza, la lengua es el instrumento del Imperio”.

Federico Fellini afirmaba que “cada idioma es un modo distinto de ver la vida”.

La cruzada de la lengua común es en realidad una cruzada contra la existencia de formas diferentes de ver la vida, formas diferentes de pensar.

Las razones por las cuales se agita ahora el espantajo de la defensa de la lengua común, tiene mucho que ver con una confluencia de intereses.

Por una parte están los agitadores, que no cejarán en su búsqueda de elementos de discordia que nos lleven a una situación de excepción nacional, con el que esperan dar un golpe de estado y tomar el poder. Pero la agresividad, debido a la debilidad por razones diferentes del euskera y el gallego, se centra sobre todo en el catalán y esto tiene mucho que ver con la unidad del pensamiento como instrumento de la unicidad del mercado, o sea del poder económico.

En la última década al abrigo del dinero europeo y de una política económica que ha favorecido el expolio legal, vía hipotecas masivas, privatizaciones, y operaciones de especulación financiera, se ha creado una oligarquía con un enorme poder, no solo económico, cuyos tentáculos se extienden a la justicia, y hace tiempo que controlan la política. La agresividad del nacionalismo español es consecuencia de la necesidad de esta oligarquía de consolidar su poder, a través de un pensamiento modelado-manipulado conforme a sus intereses y, a más corto plazo, no dejar escapar la pieza catalana, impidiendo la creación de una oligarquía autóctona.

Al servicio de estos intereses está un grupo de personas, muchas de ellas de una enorme valía intelectual, que actúan movidos en parte por el rencor, humanamente comprensible, de exiliados a la fuerza como consecuencia de las amenazas, o más que amenazas de ETA, y en parte por protagonismo personal, por vanidad. A otros los mueve el despecho, por considerarse apartados injustamente del protagonismo político, y no hay que descartar que algunos de ellos compartan el objetivo último de los nuevos oligarcas, a los que quizás ven como la aristocracia capaz de salvar este país. Es de sobra conocida la debilidad de la “Intelligentsia” por la aristocracia.

Por último una máxima, no escrita, de la oligarquía: En tiempos de zozobra, es el momento de sacar tajada.

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