09 febrero 2008

Derivados Financieros o el Gran Casino Global

Uno de los aspectos más llamativos del Neo Capitalismo es su total desinterés por explicar a los ciudadanos de una forma comprensible sus reglas de funcionamiento.

En un mundo de documentales divulgando casi de todo; desde unos bichitos microscópicos horribles y que según parece tenemos por miles, en plan okupa, en las pestañas, hasta los más recónditos rincones del píloro, pasando por el ADN y el ya clásico Nú del Serengueti, resulta chocante la total ausencia de programas haciendo pedagogía del gran protagonista, el intocable Mercado.

Un intento de corregir este, por otra parte bastante interesado, vacío pedagógico es un artículo publicado en la London Review of Books con el titulo de Cityphilia.

En Cityphilia se describe uno de los “instrumentos” utilizados en el Gran Casino Global en el que se ha convertido la economía mundial: Los derivados.

El término derivado procede del hecho de que su valor se deriva de alguna otra cosa. Así un tipo de derivado denominado opción, le da a su propietario el derecho, pero no la obligación, de comprar o vender algo en una fecha futura a un precio determinado. Por ejemplo, supongamos que pagamos 5000 € por la opción de comprar dentro de un año una casa por 200.000 €. Si pasado un año el precio de la casa es 250.000 €, nuestra opción de 5000 € vale 50.000 €, que es la diferencia entre lo que pagaríamos por comprar la casa: 200.000 € y lo que podríamos obtener vendiéndola a continuación por su valor de mercado: 250.000 €, obteniendo así un beneficio de 50.000 € con una inversión de 5000 €. Pero si pasado un año el precio es 190.000 €, no compramos la casa, perdiendo únicamente los 5000 € de la opción.

También podríamos pagar 5000 € por el derecho a vender a alguien una casa por 200.000 € dentro de un año. En este caso nuestro interés sería que el valor de la casa se deprecie todo lo posible. Si dentro de un año el precio de la casa es 150.000 €, la compraríamos por este precio y ejerceríamos la opción para venderla por 200.000 € obteniendo 50.000 € de beneficio, pero si al cabo de un año la casa vale 250.000 €, no haríamos nada perdiendo únicamente los 5000 € de la opción.

Las opciones son por lo tanto un método para limitar el riesgo de una operación de compra o de venta y como tal se crearon a principios del siglo XX para asegurar las operaciones de compra y venta de cereales. Sin embargo hoy esta práctica se ha extendido a todo tipo de productos, y el número de operaciones y por lo tanto su monto, con mucha frecuencia utilizando dinero de fondos de inversión o préstamos, es enorme.

Los futuros son similares a las opciones con la diferencia de que estaríamos obligados a comprar o vender la casa, según el caso, en la fecha y precio acordados. En consecuencia, como el riesgo es mayor, los futuros son mucho más baratos que las opciones, por ejemplo supongamos que son 10 veces más baratos. Así solo tendríamos que pagar 500 € por el derecho futuro a comprar la casa dentro de un año por 200.000 €. Si al cabo de un año la casa vale 250.000 €, nuestro beneficio sería también de 50.000 € pero con la ridícula inversión de 500 €. Sin embargo si dentro de un año la casa vale 150.000 €, nos encontraríamos con que estamos obligados a comprar por 200.000 € una casa que solo vale 150.000 € con lo que tendríamos unas pérdidas de 50.000 €, a partir de un, digamos, capital inicial de solo 500 €. ¡Esto es más peligroso¡

Pero tanto opciones como futuros se pueden utilizar como derivados de cualquier cosa, una de las más frecuentes son las acciones de una compañía. Imaginemos que pedimos un préstamo a un año por un importe de 100.000 € y nos gastamos el dinero en futuros para comprar al cabo de un año 200.000 acciones de una empresa por 100 € cada acción, es decir 20.000.000 €. Si dentro de un año, las acciones de la empresa han duplicado su valor, podemos obtener 20.000.000 € de beneficio, comparando las acciones por 20.000.000 € y vendiéndolas inmediatamente por 40.000.000 €, entonces devolvemos el préstamo y nos quedamos con 19.900.000 € de beneficio y….. ¡todo con dinero prestado!

Claro, que si las acciones dentro de un año valen 50 € nos encontramos con la obligación de comprar acciones por un importe de 20.000.000 € que solo valen 10.000.000 €, pero como actuamos con dinero prestado, nuestra deuda será ahora de ¡20.100.000 €!

Si nos hemos gastado los 100.000 € de nuestro préstamo en el derecho futuro a vender 200.000 acciones a 100 € cada una, en una fecha determinada, nuestro interés será que las acciones bajen todo lo posible. Si el día del vencimiento las acciones valen, digamos 10 €, podemos comprar en bolsa las 200.000 acciones por 2.000.000 € y venderlas por 20.000.000 € es decir un beneficio de 18.000.000 €, con un préstamo de 100.000 €. El resultado sería inverso si las acciones multiplican por 10 su valor, tenemos que comprar las acciones en bolsa por 200.000.000 € y venderlas por 20.000.000 € es decir habremos perdido 180.000.000 € y nuestra deuda será ahora de ¡180.100.000 €!

En este momento la pregunta lógica, sería: ¿Por qué no estamos todos como locos, ganando dinero con este método? La respuesta es, en primer lugar que el club de los que pueden participar es bastante selecto, lo que se logra mediante toda clase de medidas disuasorias, entre las que hay que contar las trabas burocráticas y una total falta de transparencia. Pero lo más importante es que el éxito de los negocios depende de nuestra habilidad para hacer predicciones correctas, y que sin embargo no le parezcan tales a aquellos con los que negociamos, en realidad apostamos, nuestras opciones y futuros. En la práctica esto se resuelve mediante al acceso a información confidencial, y la utilización de algoritmos extremadamente complejos y sistemas informáticos capaces de relacionar datos aparentemente inconexos para establecer predicciones, “contra todo pronóstico”, y que por lo tanto nos permiten encontrar contrapartes que acepten firmar con nosotros contratos de opciones o futuros en la confianza de que nos equivoquemos.

Tanto las trabas burocráticas como la complejidad y especialización de los sistemas necesarios limitan la participación en el mercado de los derivados a las grandes corporaciones financieras, que además lo hacen a lo grande manejando enormes cantidades de dinero de sus clientes o prestado a corto plazo por otros bancos.

Es en este último caso donde se originan las grandes tormentas financieras, ya que los prestamos entre bancos se suelen hacer a muy corto plazo uno o varios días, para participar en el Casino, ganar dinero devolver el préstamo y vuelta a empezar. Mientras se gana dinero o las pérdidas son aceptables, todo vá bien, pero cuando uno o varios jugadores, lease bancos de inversión, pierden mucho dinero, el resto limita el crédito ante el temor de que no se lo devuelvan. A esto le llaman falta de liquidez. Si no es muy grave se las apañan repartiendo las pérdidas entre los fondos de inversión más indefensos. O sea fondos de pensiones, seguros médicos... Cuando esto no llega, declaran la crisis financiera, nadie sabe quien ha sido el culpable, y los Bancos Centrales les prestan dinero... el de nuestros impuestos para mantener el Casino a flote. Y en esas andamos ahora.

Pero hay todavía algo más perturbador en el asunto este de los derivados: La manipulación de los precios. Cualquier empresa capitalista moderna trata de predecir sus beneficios, influyendo en la fijación de los precios de aquello que produce. Si el negocio son los derivados, se intentará influir en el valor del producto sobre el que se ha apostado el futuro o la opción, mediante la divulgación de noticias o rumores y los consejos “técnicos” de expertos financieros con la colaboración cómplice de los medios de comunicación, de tal manera que las acciones de una empresa suban o bajen según sean nuestros derivados. Aquí se cumple la máxima de que cuando la información es pública, deja de ser información para convertirse en propaganda.

Una vez que vence el futuro o la opción y hayan realizado el negocio, los apostadores pierden el interés en el precio de las acciones, o incluso este interés puede cambiar de dirección, lo que con frecuencia da lugar a subidas o bajadas “inexplicables” de la bolsa. Las consecuencias de estos vaivenes, resultado únicamente de manipulaciones de los precios para el mercado de derivados, pueden ser devastadoras.

El efecto multiplicador y la propagación por todo el mundo del impago de hipotecas en EE.UU. las famosas hipotecas basura, es consecuencia, entre otras cosas, de la existencia de derivados sobre el rendimiento que se podía obtener de las mismas. Como también son consecuencia del “poder” de los derivados las recientes pérdidas de 4.900 millones de Euros de segundo banco de Francia, la Societe Generale, debidas, según los directivos del banco, a contratos de futuros no autorizados realizados por uno de sus empleados.

El problema con este Gran Casino plagado de apuestas, en que se han convertido las finanzas mundiales, es que no se gastan el dinero de la herencia de los abuelos, sino nuestros ahorros, la existencia de puestos de trabajo, el sistema de pensiones…, es decir nuestra vida.

Quizás esto explica el escaso interés de los Neo Capitalistas por la pedagogía del Mercado y no solo eso, sino el interés por convertirlo en algo mágico y misterioso que aunque no lo parezca, si lo dejamos actuar libremente, buscará nuestro bien. En cualquier caso, y para evitar complicaciones con el resto de los mortales, todas estas operaciones, están al abrigo de la justicia ordinaria en las dos plazas financieras más importantes del mundo: La City londinense y Wall Street, donde son reglas y comisiones internas de investigación las que dictan y controlan el comportamiento de la elite que participa en los mercados. ¡El zorro cuidando el gallinero!

Continuará…..

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