Ambos fueron criaturas de la política de poder de EE.UU., ambos contaron durante un tiempo con el beneplácito y el apoyo tecnológico de EE.UU., ambos le sirvieron bien, asesinado y torturando a decenas de miles de personas. Uno, para combatir y derrotar al primer gobierno independiente de los intereses de EE.UU, en un país clave de America del Sur, y otro para intentar bloquear al movimiento Islamista en uno de los denominados países pivote, en la jerga de los estrategas USA, en Oriente Medio y sobre todo, y lo más importante de todo, una amenaza directa a Israel.
Pinochet, contó en vida e incluso después de su muerte con el apoyo de EE.UU. y sus adlátere: Blair y rojos reconvertidos como un personajillo llamado Jack Straw. También
Pinochet siguió la misma regla que otro asesino que murió impune: Francisco Franco. Nunca se revolvió contra sus protectores e inspiradores.
Sadam Hussein, tuvo peor suerte, mató y torturó como el mejor, pero cometió la torpeza de morder la mano que le proporcionó los instrumentos de tortura, que le apoyó y dio cobertura a sus tropelías, la foto de un Rumsfeld sonriente saludando al hoy ahorcado Sadam, es todo un símbolo. Entonces Sadam era el lider del Baas, un régimen laico en un Oriente Medio donde el islamismo empezaba tomar cuerpo. Veinticinco años después, el mismo Rumsfeld lleva a Sadam a la horca. Y como en los tiempos más oscuros, se exhiben los restos del ajusticiado, se divulga la ejecución, como la cabeza del enemigo clavada en una pica. Puro y brutal mensaje disuasorio, que solo recibirá, para desgracia de todos, mensajes de respuesta de igual tono.
Hoy Bush no dice nada de Pinochet, es un asunto amortizado, de Sadam dice que tuvo un juicio justo. ¡Qué sarcasmo, en un país inmerso en una guerra civil!.
Los fundamentalistas de toda condición ya han tomado nota. Primero, si tienes la bomba, “El cacharro” como le llamaban sus desarrolladores, no te tocan. Segundo, la guerra es sin cuartel. Está permitido matar infieles, siempre que sea en nombre del único Dios verdadero, rellenar lo que aplique en verdadero. ¡Que locura!
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