16 diciembre 2005

Manos

7 de la mañana, Bus 174, frío mucho frío, camino de Plaza Castilla, sin palabras, sin sonrisas, sin miradas, solo el campanilleo de Parada Solicitada, y el bufido del abre-cierre de las puertas recuerda que el 174 lleva seres vivos.
Frente a mí viajan 8 manos, que sujetan, con la habilidad de las manos acostumbradas a hacer cosas, las bolsas ¿de comida?. Todavía se adivinan en las manos restos de pintura, cemento, escayola y pequeñas heridas ya cicatrizadas, restos de la última batalla que libraron esas manos. Las uñas fuertes, planas, pulidas por el uso, armadura útil de la carne.
Imagino cuantas cosas habrán hecho esas manos, y cuantas cosas serían imposibles sin cientos de manos como esas.
Y es, que a lo mejor todavía hay esperanza, y el ser humano corriente es necesario, y no todo puede hacerse por e•mail, web y punto-com, y las habilidades básicas que nos han hecho llegar, para bien y para mal, a lo que somos, todavía tienen un valor, o mejor aún, son irremplazables.
Esas manos se perdieron para mi, en el aterido revuelo de Plaza Castilla 7:30, pero aquella mañana por un momento, pensé que quizás no todo está perdido, y que todavía es posible elegir nuestro destino.

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