Se engañan y nos engañan los que dicen que una Cataluña independiente sería una desgracia para España, pero sobre todo para Cataluña que, aislada, no podría sobrevivir.
Se
engañan y nos engañan cuando dicen que Mas ha cedido al realismo de Unió.
Se
engañan y nos engañan los que declaran que Cataluña no formaría parte de la UE
hasta superar un largo proceso de adhesión que además contaría con la oposición
de España.
Es
cierto que la independencia de Cataluña sería una desgracia para España, no solo
porque perderíamos un porcentaje importante del PIB, algunos de los mejores
centros de investigación, universidades e industrias punteras, sino también
porque nos quedaríamos sin la única referencia cultural cosmopolita y
multicultural que ha tenido este país.
No
hace falta saber mucha geografía, solo mirar un mapa de carreteras, para darse
cuenta de que la que se quedaría aislada de Europa, sería España y no Cataluña.
Los Pirineos son así, y el camino a Europa es lateral. En el centro espera el
Pico de Aneto. Y a la izquierda, según
miramos Europa, está Euskadi, que tardaría un Telediario en seguir los pasos de
Cataluña.
El
comercio del Mediterráneo español, y casi el de toda España, pasa por Cataluña.
Cataluña conservaría la llave de Europa
por carretera y ferrocarril, un puerto clave para el trafico con Oriente, además de un
aeropuerto con conexiones con toda Europa y Oriente Medio. Cataluña sería un
prospero país, eso sí satélite de Francia, que lo vería como una bendición,
interconectado con los valles del Garona
y el Ródano, las regiones más prosperas y dinámicas de Francia, que estarían
más cerca que Madrid, y con el Mediterráneo. Todas las condiciones para ser un
centro de industria y comercio.
El
realismo de Unió no es más que la expresión del temor de una burguesía tradicional
acostumbrada a manejar a “los pobres y atrasados españoles” , con sus conexiones y complicidades de poder en Madrid
establecidas, a empezar de nuevo con otros amos mucho más difíciles: los
franceses. El despliegue logístico de la
cadena humana, y la radicalización independentista de pequeños centros
agrícolas e industriales, hace pensar que muchos de los que hoy están a favor
de la independencia, sean profesionales, agricultores, nuevas empresas y empresarios acostumbrados a
fajarse en Europa y en el mundo, que solo ven ventajas en librarse de esta capa
tradicional corrupta, arruinada en gran medida, que controla sobre todo los resortes
políticos y administrativos. Así que, Mas solo cabalga como puede un caballo
que no controla.
Cataluña
tendría un proceso de adhesión a la UE por la vía ultrarrápida, porque uno de
los principales interesados sería España para no quedar aislada, seguida de
Francia para integrar a Cataluña en su comercio e industria y Alemania, que no tendría interés alguno en perder este puesto avanzado en el
Mediterráneo occidental, (el oriental ya es cosa suya), compitiendo con Francia
en influencia.
Ante este panorama, el discurso de partidos y prensa
nacional (o sea editada en Madrid), con su estilo leguleyo y provinciano, es la
expresión de la ceguera, egoísmo, mediocridad e impotencia de las élites que manejan en su
propio beneficio este país desde hace generaciones. Dignas herederas de todas
las lacras de la restauración del Viejo Régimen en 1800. Un Régimen que, en su
esencia, ha sobrevivido a la Republica y a la Transición. Ellos, los Poderosos, siguen en sus cortijos
de espaldas a todo, mirándose solo el ombligo y la cartera. Eso si: rojo y
gualda.